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jueves, 7 de julio de 2011

Camila Vallejo; estudiante chilena expone sobre la educación

Las enormes movilizaciones estudiantiles chilenas, que reclaman justamente mejores condiciones académicas, son consecuencia de las imposiciones del sistema neoliberal impuesto por dictadura de Augusto Pinochet. Aquí les presento un una entrevista realizada a Camila Vallejo (presidenta de la FECH) por parte de Chilevisión.








jueves, 23 de junio de 2011

Espejo chileno

Héctor Béjar

Si usted pregunta a cualquier peruano qué piensa del modelo chileno le dirá que es un éxito. Esa es la opinión que nadie se atreve a discutir en el Perú. Pero hay que mirarse en el espejo chileno.

El 16 de junio, setenta mil estudiantes y profesores marcharon por la Alameda de Santiago. Veinte universidades y doscientos cuarenta colegios secundarios fueron tomados por los estudiantes de escuelas públicas y privadas. Como ha sido costumbre en los gobiernos de la Concertación y en éste de la derecha, la respuesta fue gases y palos.

En el Perú post Fujimori y en el Chile post Pinochet cualquier ignorantón aspirante a millonario puede ser rector de una Universidad. La educación es un negocio en que se amasan fortunas. Al haberse municipalizado los colegios muchas municipalidades no tienen cómo mantenerlos y las escuelas son cada vez peores. Siguiendo postulados friedmanianos (de Milton Friedman, cuyas propuestas fueron aplicadas por los Chicago Boys en la época de Pinochet) los bancos dan créditos educativos. Y así termina usted pagando deudas eternas. La familia chilena, vía endeudamiento a más de veinte años, ha tenido que hacerse cargo de la enseñanza.

Un afortunado en este negocio es el ministro de Educación, Joaquín Lavín, líder de la ultraconservadora UDI (Unión Demócrata Independiente) y hombre del Opus Dei. Él hizo millones con la Universidad del Desarrollo. Fue alcalde de Santiago y quiere ser presidente el 2014. En Chile como aquí, el Opus Dei usa la educación como columna económica.

“En Chile está prohibido pensar” y “Educación igualitaria para todos ahora” son los lemas de los hijos del modelo chileno que no comparten el entusiasmo de ciertos peruanos por la herencia pinochetista.

El supuesto exitoso modelo chileno ha destruido la ecología andina con su reforestación masiva de especies extrañas para fabricar papel y su envenenamiento de las aguas para criar salmón. Como necesita desesperadamente energía, ahora se pretende construir cinco centrales hidroeléctricas en la Patagonia a pesar de la protesta del sur. La reconstrucción de Concepción después del terremoto es tan lenta como la del Pisco de Alan García. Según la encuestadora Adimark Gfk, a los catorce meses de su mandato la desaprobación de Piñera bordea el sesenta por ciento. Los jóvenes visten cuello y corbata pero son explotados en empleos precarios y “flexibles”. Deben trepar, (competir, le dicen) no discutir.

Pero la nueva generación dista de pensar como los “pepekausas” del Perú. No cree en pamplinas y habla claro. Laura Ortiz, vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), ha dicho: “Es preciso realizar una transformación del modelo económico del país; la renacionalización del cobre es primordial para garantizar financieramente los derechos sociales arrebatados”.

Orlando Caputo y Graciela Galarce, economistas de la Universidad de Chile y el centro de estudios Cetes, declararon al diario Clarín de Buenos Aires: “La economía chilena tiene agotamiento relativo (…) Según el Banco Central, ingresan anualmente al país provenientes de los fondos de pensión AFP, o de inversiones chilenas en Argentina, Perú y otros países, 5,650 millones de dólares. Pero salen 25,000 millones”.

El sistema de AFP tiene siete millones de afiliados y hay 3.5 millones sin posibilidad de pensión. A veintisiete años de operar el sistema, las AFP en Chile se hacen cargo apenas del cinco por ciento de los adultos mayores de sesenta y cinco años. No han disminuido las obligaciones del Estado: hoy Chile destina a jubilaciones un seis por ciento del PBI, un tercio del gasto público total. Ya hay 1.5 millones de afiliados a las AFP socorridos por el Estado. ¿Qué va a pasar cuando sean 3.5 millones?

Desde su creación el sistema concentró capital en manos de los amigos de Pinochet. Por eso mientras los accionistas de las AFP reunieron 69,000 millones de dólares y acumularon ganancias por 15,000 millones, la jubilación promedio es apenas el equivalente a cien dólares y el cincuenta por ciento de los aportantes no tiene acceso a una pensión mínima.

Ése es el modelo chileno. Ahora es modelo de movilización, rebeldía y protesta, como los indignados de España, los trabajadores de Grecia, los colegiales de Inglaterra. ¿Qué les parece?.

Fuente: http://www.diariolaprimeraperu.com/online/

jueves, 21 de enero de 2010

El original y la copia

Atilio A. Borón

Para la Concertación el triunfo de la derecha (en realidad, de su variante más virulenta: la pinochetista) en las elecciones presidenciales chilenas podría considerarse como un ejemplo más de una “crónica de una muerte anunciada.” La progresiva asimilación del legado ideológico de la dictadura militar por los principales cuadros de la alianza democristiana-socialista hizo que la diferenciación entre la Concertación y los herederos políticos del régimen militar: Renovación Nacional (su ala “moderada”, si es que un “pinochetismo moderado” puede ser otra cosa que un oxímoron) y la Unión Demócrata Independiente, sus batallones más cavernícolas, fuera desvaneciéndose hasta tornarse imperceptibles para el electorado. Fernando Henrique Cardoso -mejor sociólogo que presidente- gustaba repetir a sus alumnos que “a la larga, los pueblos siempre van a preferir el original a la copia.” Y tenía razón. En este caso, el original era el pinochetismo y su heredero: Sebastián Piñera; la Concertación y su inverosímil candidato, la copia.

¿Constituye esto una injusta exageración? Para nada. Oigamos lo que decía Alejandro Foxley, quien entre 1990 y 1994 se desempeñó como Ministro de Hacienda del gobierno de Patricio Aylwin, ni bien inaugurada la “transición democrática”. En ese cargo Foxley se esmeró en preservar y profundizar el rumbo económico impreso por la dictadura. Senador por la Democracia Cristiana entre 1998 y 2006 y Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Michelle Bachelet entre el 2006 y el 2009, toda su actuación pública estuvo marcada por una incondicional sumisión a las orientaciones establecidas por Washington y sus representantes locales en Chile.

Este altísimo personero de la Concertación declaraba en Mayo de 2000 que “Pinochet realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización... Hay que reconocer su capacidad visionaria (para) abrir la economía al mundo, descentralizar, desregular, etc. Es una contribución histórica que va perdurar por muchas décadas en Chile... Además, ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar” [1]. ¡Pinochet visionario, Pinochet creador del Chile moderno, Pinochet cambiando a Chile, para bien! Los horrores del pinochetismo con su secuela de miles de muertos, desaparecidos, torturados, asesinados, las libertades conculcadas, el terrorismo de Estado y la violación sistemática de los derechos humanos: todo es mañosamente invisibilizado en la sofistería del tecnócrata “progresista”.

Con dirigencias que sostenían un discurso como éste (que muchos compartían si bien pocos se atrevían a manifestar con tanto descaro) y con políticos que, en muchos casos, fueron abiertamente golpistas y facilitadores del zarpazo que perpetraría Pinochet en 1973 (cosa que algunos parecen haber olvidado), ¿podía la Concertación ser creíble como una alternativa superadora del pinochetismo? En realidad, lo que habría que encontrar es la razón por la cual la ciudadanía chilena no se decidió mucho antes a sustituir la copia por el original.

Pero la continuidad entre el pinochetismo y sus sucesores “democráticos” no se verifica sólo en la admiración, abierta o vergonzante, por la obra y el legado histórico de Pinochet. También se demuestra en las políticas económicas “pro mercado” y “pro inversión” (y, por lo tanto, “antijusticia y antiequidad”) implementadas por la Concertación a lo largo de dos décadas y en el supersticioso respeto por la Constitución de 1980, una obra maestra del autoritarismo y formidable barrera contra cualquier pretensión seria de democratizar la vida política chilena. En sus treinta años de vida ese cuerpo constitucional sólo experimentó reformas marginales, la más importante de las cuales fue la reducción del mandato presidencial a cuatro años y la imposibilidad de una inmediata reelección. Pero la camisa de fuerza que esclerotizó un sistema partidario que en las elecciones del pasado domingo terminó de morir, el régimen binominal, permaneció incólume al igual que las escandalosas prerrogativas de unas fuerzas armadas que, aún hoy, distan mucho de estar supeditadas al poder civil [2]. Esa Constitución hace que Chile incurra en un exorbitante gasto militar, varias veces superior, por ejemplo, al de Venezuela, cuya cuantía desvela los sueños de la Secretaria de Estado Hillary Clinton.

Con el triunfo de Piñera el sistema partidario urdido por el régimen pinochetista fue herido de muerte. La implosión de la Concertación parece ser su destino inexorable, y con ello el fin de su espurio bipartidismo. Una parte importante de la democracia cristiana se acercará al nuevo gobierno mientras que otro sector procurará encontrar un difícil y poco promisorio camino propio. No muy diferentes son las perspectivas que enfrenta el socialismo chileno, escindido entre un sector mayoritario que se adhirió sin reservas al neoliberalismo y otro, muy minoritario, que aún conserva una cierta fidelidad al noble legado de Salvador Allende, que debe de estar revolcándose en su tumba al ver lo que hicieron sus supuestos herederos políticos. El futuro del PS no parece muy distinto del que tuvo en su momento el Partido Radical chileno, poderoso en los años treinta y cuarenta para luego languidecer hasta su completa irrelevancia. Veinte años de gobiernos “progresistas” no fueron suficientes para consolidar un bloque histórico alternativo, pero lograron unificar a una derecha que ahora se enseñorea de la vida política del país, completando exitosamente un tránsito desde el predominio económico-financiero -fomentado por las políticas económicas de sus predecesores en La Moneda- hacia la preeminencia política.

La supremacía derechista se verá facilitada por la descomposición del polo del “centro izquierda” y su atomización en varios partidos, ninguno de los cuales, al menos hoy, tendría condiciones de desafiar la hegemonía de la derecha. Queda por ver de qué forma reaccionará el heterogéneo espacio político que se encolumnó tras la candidatura de Marco Enríquez Ominami, cuyo desempeño en la primera vuelta electoral barrió con todos los pronósticos alcanzando un notable 21 por ciento de los votos, principalmente de los jóvenes. Un dato nada menor que habla con elocuencia de la frustración ciudadana es el desinterés por la política de los jóvenes: se calcula que unos tres millones y medio de ellos no se registraron para votar, desalentados por la despolitización que la Concertación promovía en la gestión de los asuntos públicos. De haberlo hecho, los resultados del pasado domingo bien podrían haber sido diferentes, pero esto ya es un ejercicio contrafactual que no viene al caso proseguir aquí. A guisa de ejemplo: en el rico distrito de Las Condes se registró para votar algo más del cincuenta por ciento de los jóvenes entre 18 y 19 años. En cambio, en la comuna obrera de La Pintana sólo 300 de los más de 8.000 jóvenes que allí viven hicieron lo propio, es decir, poco más del 3 por ciento. En resumen: Chile tiene un electorado envejecido, cada vez más conservador, con pocos jóvenes que, además, sobrerepresentan a los sectores más acomodados de la sociedad chilena [3].

La derrota de la Concertación pone de manifiesto los límites del llamado “progresismo”, una suerte de tercera vía que habiendo fracasado estruendosamente en Europa –sobre todo en el Reino Unido y Alemania- procuró, sin éxito, tener mejor suerte en América Latina. Lo que caracteriza a los gobiernos de ese signo político es su incondicional sometimiento a las fuerzas del mercado y la debilidad de su vocación reformista, carente de la osadía necesaria para traspasar las fronteras trazadas por el capitalismo neoliberal. Una de las claves para entender las desventuras electorales del centro izquierda en esta parte del mundo la ofrece la dispar fortuna que la separa de los gobiernos que emprendieron con decisión el camino de las reformas -sociales, económicas e institucionales- como Venezuela, Bolivia y Ecuador. Mientras que éstos parecen ser máquinas imparables de ganar elecciones por cifras abrumadoras, en Chile el progresismo ha sido derrotado al paso que en la Argentina y Brasil se enfrenta a la eventualidad de ser desalojado del poder en los próximos recambios presidenciales. Conclusión: si un gobierno quiere ser ratificado en las urnas el camino más seguro es avanzar sin dilaciones ni titubeos por el camino de las reformas y, de ese modo, cristalizar una base social de apoyo popular que le permita triunfar en las contiendas electorales. Quienes no estén dispuestos a seguir este curso de acción pavimentan con su claudicación el camino para la restauración de la derecha.

Una última consideración: la derrota de la Concertación gravitará y mucho en el escenario sudamericano. Las cosas se pondrán más difíciles para los gobiernos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba; la ampliación del MERCOSUR con la plena incorporación de Venezuela sufrirá renovados tropiezos, si bien no de manera directa puesto que Chile no es miembro pleno de ese acuerdo; y con el triunfo de Piñera el bloque derechista controla, con la honrosa excepción del Ecuador, todo el flanco del Pacífico latinoamericano. Además, el “efecto demostración” del desenlace electoral chileno podría llegar a ejercer un cierto (y negativo) influjo sobre las elecciones presidenciales de octubre de 2010 en Brasil y las que tendrán lugar el año siguiente en Argentina, en ambos casos dando pábulos a los candidatos de la derecha.

Por otra parte, la belicista contraofensiva imperial de Estados Unidos (Cuarta Flota, bases militares en Colombia, golpe en Honduras, reconocimiento de las fraudulentas elecciones de ese país, etcétera) contará a partir de marzo con un nuevo aliado, liberado de cualquier compromiso, aunque sea retórico, con el proyecto emancipatorio latinoamericano. Hay que recordar que aún bajo los gobiernos “progres” de la Concertación el papel que éstos desempeñaron fue siempre el de un operador privilegiado de Washington en América del Sur . En la Cumbre de Mar del Plata que culminó con el naufragio del ALCA las voces cantantes a favor de ese acuerdo fueron las de Ricardo Lagos y Vicente Fox, bajo la complacida mirada de George W. Bush. Ahora esa tendencia “aislacionista” -y, en el fondo, antilatinoamericana- se acentuará aún más, revirtiendo una profunda vocación latinoamericana que Chile supo tener y que bajo la presidencia de Salvador Allende llegó a su apogeo. Pero ese país ha cambiado, “para bien” como lo recordaba el ex Canciller de la Concertación y hoy es el verdadero campeón del neoliberalismo, título ganado entre otras cosas mediante la firma de tratados bilaterales de libre comercio que regulan sus relaciones económicas con más de 70 países.

Desde la época de la dictadura militar el desdén de La Moneda por América Latina ha sido proverbial y continúa hasta el día de hoy. Una muestra rotunda de este desinterés la brinda el hecho de que Chile prefiere importar petróleo desde Nigeria antes que hacerlo desde Venezuela o llegar a un acuerdo con Bolivia. Hace apenas un par de días Sebastián Edwards, uno de los publicistas del neoliberalismo latinoamericano y seguramente futuro consultor del nuevo gobierno, ratificaba la vigencia de la doctrina pinochetista diciendo que “económicamente nuestro futuro está en el mundo y no en América Latina. Debemos dejar de compararnos con nuestros vecinos. América Latina es nuestra geografía; nuestras aspiraciones deben ser llegar a ser como los países de la OCDE” [4]. Por eso los necesarios procesos de integración supranacional actualmente en marcha en América Latina -desde el MERCOSUR hasta la UNASUR, pasando por el Banco del Sur y otras iniciativas semejantes que el imperio invariablemente se ha esmerado en postergar o desbaratar- no habrán de cobrar nuevos bríos con Piñera instalado en La Moneda.

Con Frei las cosas no hubieran sido muy diferentes, pero al menos éste tenía un vago compromiso con el electorado que en el caso de su contendiente no existe. Lo que hay detrás de Piñera, en cambio, es la rabiosa gritería de sus partidarios celebrando la victoria de su candidato con imágenes y bustos de Pinochet y cánticos exhortando a acabar de una buena vez con los “comunistas” infiltrados en el gobierno de la Concertación. Nada nuevo bajo el sol. La década no podía haber comenzado peor. Más que nunca en tiempos como estos adquiere vigencia, para quienes quieren cambiar un mundo que se ha vuelto insoportable y no solo insostenible, aquel sabio consejo de Gramsci: “pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”.


[1] Cf. Cosas, 5 de Mayo del 2000. Reproducido en Marcos Roitman Rosenmann, Pensar América Latina. El Desarrollo de la sociología latinoamericana (Buenos Aires : CLACSO, 2008)

[2] Sobre el carácter eternamente inconcluso de las transiciones democráticas en América Latina remitimos al lector a nuestro Aristóteles en Macondo. Notas sobre el fetichismo democrático en América Latina (Córdoba: Ediciones Espartaco, 2009)

[3] Ver El espejismo del voto voluntario”, que Qué pasa?, http://www.quepasa.cl/articulo/19_1944_9_2.html

En ese mismo reporte se consigna que “los investigadores chilenos Alejandro Corvalán y Paulo Cox concluyen que la proporción de jóvenes chilenos del quintil más pobre, entre 18 y 19 años, que se inscribe en los registros electorales, es la mitad de la que lo hace en el quintil más rico.”

[4] Cf. El Mercurio, Martes 19 de Enero de 2010, p. B-14.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=99096

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Chile lidera el gasto militar “per cápita” en América Latina

Ernesto Carmona

Mientras crecen las necesidades de los pobres de América Latina, Chile, Colombia y Brasil son los países de América del Sur que más gastaron en armas durante 2008. Según el estudio anual del Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri, por su sigla en inglés), el gasto militar total en la región ascendió a 34.071 millones de dólares.

La cantidad parece exigua (2,6%) si se la compara con el gasto militar mundial en el mismo año, estimado en 1.464 mil billones de dólares, con un aumento de 4% respecto a 2007 y de 45% en la última década. Los gastos militares de 2008 representan, aproximadamente, el 2,4% del producto interno bruto (PIB). Todas las regiones y subregiones tuvieron aumentos significativos desde 1999, excepto Europa occidental y central, indicó el Sipri.

Durante los ocho años de George W. Bush, el gasto militar de EEUU aumentó al nivel más alto en términos reales desde la Segunda Guerra Mundial, principalmente por las invasiones a Afganistán e Irak, horadando el presupuesto con un gigantesco déficit perpetuo. Las guerras de Afganistán e Irak se financiaron principalmente con créditos suplementarios de emergencia fuera del proceso del presupuesto ordinario, respaldados por la emisión de bonos del Tesoro y "créditos" de la Reserva Federal, es decir, impresión de papel moneda "prestado" al gobierno federal.

Según un análisis del Conflicto Barómetro, citado en CNN-Chile por Rodrigo Álvarez, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), muy pocos países latinoamericanos redujeron sus gastos miliares (Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay), pero Chile lidera el gasto militar por habitante, que ascendió a 290 dólares "per cápita" en 2008, mientras Colombia gastó 115, Ecuador 89 y Brasil 80. En relación al PIB, Ecuador gasta el 3,81%, según el SIPRI, seguido por Chile, con un 3,73% y Colombia, con 3,34%.

El gasto militar de la región en 2008 (34.070 millones de dólares) equivale al 2,6% del gasto mundial, que encabezó Estados Unidos, con 607.000 millones de dólares deficitarios en su presupuesto. En términos absolutos, medidos en miles de millones de dólares, el país que más gasta es Brasil, con el 45% del total, seguido de Colombia y Chile:

2007 2008

Brasil 14.737 15.477

Colombia 5.579 6.568

Chile 4.864 4.778

Venezuela 2.262 1.987

Argentina 1.738 2.077

Perú 1.145 1.301

Bolivia 197 175

Fuente: Sipri/Flacso

Los militares chilenos se financian con un "impuesto propio" del 10% a las ventas brutas de la estatal Corporación del Cobre (Codelco), "tributo" establecido por la dictadura militar (1972-1990) en la llamada Ley Reservada del Cobre, cuyo texto nadie puede conocer. Esta "ley" de los dictadores continúa vigente y no grava las utilidades, sino las ventas brutas de Codelco, que explota menos de un tercio del metal porque el resto regresó a manos privadas, nacionales y extranjeros, cuando la dictadura revirtió la nacionalización de Salvador Allende. Este impuesto castrense, que pocos conocen en Chile, en cierto modo ha salvado a Codelco de la privatización, por la oposición militar a cualquier innovación sobre su beneficio. Las corporaciones que explotan casi el 70% restante del metal no pagan más que un modesto royalty del 1,3%, al que siempre se opuso tenazmente Eduardo Frei, quien privatizó el agua, el mar y otros recursos naturales cuando ya fue presidente.

http://sp.rian.ru/analysis/20090909/123030815.html

http://www.argenpress.info/2009/09/chile-lidera-el-gasto-militar-per.html

domingo, 21 de junio de 2009

¿Es la muerte de Allende un caso cerrado?

(Con motivo del reciente fallecimiento en Chile de la viuda de quien fuera presidente de aquel país, Hortensia Bussi, a los 94 años, sin saber si al fin supo cómo murió su esposo).

El pasado 29 de marzo, TVE ofreció el documental Allende: caso cerrado, de Juan Antonio Sacaluga, en torno a la muerte del presidente chileno, cuyo título y contenido ratifican categóricamente la versión oficial dictaminada en 1990, una vez exhumados ese año los restos mortales de quien fuera enterrado en el cementerio de Santa Inés de Viña del Mar, según se pudo presenciar por primera vez en el citado reportaje.

Hace un par de años se editó en Chile Las muertes de Salvador Allende, del profesor Hermes H. Benítez, un libro que entonces tuve la oportunidad de leer por Internet, gracias a la amabilidad de su autor, y que ahora se acaba de reeditar en aquel país con ocasión del informe pericial hecho público el pasado mes de septiembre en torno a la autopsia 2449/73 del Instituto Médico Legal de Chile correspondiente a Salvador Allende Gossens. Según las conclusiones del doctor que lo suscribe, Luis Orlando Ravanal Zepeda, las lesiones descritas en dicho informe no son compatibles con un disparo de tipo suicida: “Se constata la existencia de a lo menos dos impactos de bala ocasionados por armas de fuego diferentes, uno que provoca un orificio de salida redondeado en la zona posterior de la bóveda craneana y el otro que hace estallar el cráneo”. En el punto cuarto se reitera que el disparo en la región submentoniana no corresponde a una lesión de tipo suicida, “por no tratarse de un impacto efectuado a corta distancia, si bien se aconseja en el quinto apartado la verificación de un segundo análisis forense de los restos a fin de establecer con precisión la causa y naturaleza de la muerte”.

La disyuntiva homicidio/suicido fue tratada por Benítez en la obra citada con cauto y documentado proceder. Para quienes valoran al presidente chileno como caso ejemplar de coherencia política, dignidad ética, humanidad probada y compromiso absoluto con el honor y el valor hasta la última hora de su existencia, la obra de Hermes H. Benítez representa un alegato inestimable en pro del Allende de carne y hueso que las tópicas mitificaciones, las desmitificaciones pérfidas o los oficialismos hueros y solemnes pretendieron secuestrar de la vívida referencia que ocupa en el memorial de una parte al menos de la ciudadanía chilena.

Deduce el profesor Benítez que el presidente Allende utilizó para matarse una pistola en lugar del fusil que le regalara Fidel Castro y que los golpistas pretendieron hacer pasar como arma suicida. Esa decisión, tras cuatro horas de lucha y después de acordar la salvación de quienes le apoyaron hasta el último instante, da a esa acción final, junto a una dimensión de valor y honor indeclinables, mayor prueba de coherencia con la personalidad humana e intelectual del presidente Allende que la ensalzadora mitificación de un Allende guerrillero, tiroteado, malherido y en combate, capaz de enfrentarse hasta el final con los militares felones asaltantes de La Moneda.

Tres valores individuales cabe resaltar a juicio del autor en esa hipotética decisión última por la que Benítez parece decantarse más: la dignidad del presidente chileno como hombre y líder de la izquierda, la consistencia de sus ideas y convicciones, y su valentía. A esos tres valores hay que añadir otras tres actitudes morales hacia los demás: la compasión por el oprimido, la tolerancia hacia las ideas y creencias ajenas, y el respeto por la vida humana. Todo ello se resume en una cita de Giordano Bruno que oportunamente trae a colación el autor y que muy bien podría haber tenido a flor de labio o de mente Salvador Allende en aquellas trágicas circunstancias: “Mucho he luchado. Creí que sería capaz de resistencia. El mero hecho de haberlo intentado ya es algo…No obstante, había en mí algo que yo fui capaz de hacer y que ningún siglo negará que me pertenece, aquello de lo que un vencedor puede enorgullecerse: no haber temido morir, no haberme inclinado ante mi igual y haber preferido una muerte valerosa a una vida en sumisión”.

Después de la publicación el pasado 9 de septiembre del informe del doctor Ravanal, que desestima la versión oficial del suicidio, se dieron en Chile reacciones tan expeditivas de rechazo como la de la propia Isabel, hija del presidente socialista, que calificó de absurda e incapaz de resistir el menor análisis la conclusión del reputado medico forense. Para Hermes H. Benítez, sin embargo, no tiene nada de sorprendentes esas reacciones si se considera que la versión oficial fue definitivamente cerrada en septiembre de 1990, a pesar de que nunca se hizo una concienzuda investigación que permitiera establecer fundadamente las verdaderas causas inmediatas de aquel hecho. Si el doctor Patricio Guijón mostró también un rotundo menosprecio al descalificar el informe de su colega Ravanal, Benítez estima como pobre sucedáneo la identificación llevada a cabo en el cementerio de Santa Inés de Viña del Mar, a cargo precisamente del doctor Jirón en la medianoche del 17 de agosto de 1990 y sin las mínimas exigencias científico-forenses.

El autor de Las muertes de Salvador Allende afirma que no pueden ser simplemente descalificadas o desechadas las conclusiones del doctor Ravanal, sino incorporadas al debate en curso. De ahí que el profesor Benítez aporte ese informe como anexo y lo interprete como posibilidad en la segunda edición de su obra. Está en juego dilucidar la verdad de una muerte, sea cual sea la última palabra que determine la causa de la misma. Es lo más consecuente con una vida tan honrosamente verdadera: desvelar por fin qué final tuvo. Que en el documental aludido al principio no se hayan ni siquiera mentado el informe de Ravanal Zepeda me hace dudar, cuando menos, de que la muerte de Allende sea un caso cerrado, máxime ahora, una vez sabidas las conclusiones discrepantes del citado informe.

Félix Población
http://www.diariodelaire.com/2009/06/allende-caso-cerrado.html

http://www.librered.net/wordpress/?p=4418