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lunes, 15 de febrero de 2010

Por qué la crisis produce desempleo

Luciano Gallino
Repubblica

¿Cómo es posible que una crisis de naturaleza sobre todo financiera haya producido una alta tasa de paro en la industria? Las respuestas que se han dado hasta ahora apuntan sobre todo a los efectos negativos de la restricción del crédito. Los bancos afectados o amenazados por la crisis, nos dicen, reducen el crédito a las empresas; sin crédito no se pueden comprar materiales ni hacer inversiones y por eso las empresas italianas y extranjeras reducen la producción y las importaciones, y suprimen puestos de trabajo.

Esta clase de explicaciones sobre la relación entre la banca y la industria en tiempo de crisis pueden ser correctas, pero superficiales. Sólo tienen en cuenta el último eslabón de la relación. Si nos remontamos varios eslabones, la relación puede resumirse así: la crisis financiera produce desempleo industrial a gran escala porque la industria, en sí misma, se ha convertido en un sector de las finanzas. En los últimos 30 años, aproximadamente, la empresa industrial se ha financiarizado por completo. Los desastres de principios de la década de 2000, encabezados por Enron, fueron el primer acto del drama de la economía mundial en esta fase de hibridación entre finanzas e industria. En el segundo acto asistimos a los desastres de 2007-2009, ejemplarizados por Lehmann Brothers, y a la actual destrucción de puestos de trabajo. Para no llegar a un tercer acto, que podría ser aún más espantoso, habría que tratar de entender mejor la relación entre ambas.

La financiarización de la empresa industrial empezó cuando los inversores institucionales –fondos comunes, fondos de pensiones y seguros–, que poseen en promedio cerca del 50% del capital de todas las sociedades cotizadas, impusieron a sus directivos un nuevo concepto de empresa. Esta ya no debía concebirse como una organización en la que cada parte está vinculada a las demás y cuyo funcionamiento afecta a los intereses de muchos grupos, desde los empleados, pasando por los proveedores, hasta la comunidad local, además de los intereses de los accionistas. Debía entenderse, por el contrario, como un haz de actividades (en el doble sentido de cosas que se hacen y activos financieros) vinculadas sólo temporalmente por un contrato; como un conglomerado de plantas productivas, medios de producción y oficinas, cada pieza de las cuales debe ser examinada continuamente para saber si su rendimiento financiero es igual o superior al de las mejores piezas de la competencia. Si el rendimiento es en sí elevado, pero inferior, siquiera un poco, al de la competencia, esa pieza de la empresa se reestructura de inmediato, o se vende, o se cierra definitivamente. Cada una de estas medidas, evidentemente, acarrea el despido de gran parte de los trabajadores, o de todos; como podría suceder en el establecimiento FIAT de Termini. Pero los directivos no deben preocuparse por esto, dicen los teóricos de la empresa como mera entidad financiera. Del desempleo ya se encargará el Estado.

Un segundo paso hacia la financiarización de la industria ha sido la externalización de la producción a escala mundial. Hemos pasado de la integración vertical del proceso productivo en una empresa determinada a la coordinación horizontal hecha por grupos de control de cientos de productores repartidos por el mundo. En el primer caso, una empresa procuraba producir en su interior todas las partes que componían el producto acabado. En el segundo caso una empresa hace todo lo posible por no producir nada en su interior. En los años 1950 y 1960 Olivetti producía en las plantas de Ivrea hasta la última tecla de los cientos de miles de máquinas de escribir que fabricaba. Y en la fábrica FIAT Mirafiori de Turín las cuatro quintas partes de los componentes de un automóvil se producían allí. Hoy más del 75% de un automóvil FIAT lo producen cientos de proveedores externos; en el caso de la Renault es más del 80%. El principal fabricante de PC del mundo, Dell, no produce ni un solo puerto USB de los aparatos que vende. Lo que hace es coordinar la actividad de miles de productores pequeños, medianos y grandes de los cuatro continentes.

La externalización global tiene varios efectos negativos en el empleo. Millones de puestos de trabajo han emigrado de las grandes empresas a las pequeñas y medianas. General Motors, por ejemplo, que todavía en 2005 tenía más de 330.000 empleados, a finales de 2009 contaba con menos de 90.000 en su plantilla, aunque el número de vehículos fabricados no era cuatro veces menor. El resto trabajan en Delphi, hijuela externalizada de GM, o en miles de subproveedores. Ventaja para la empresa madre: sindicatos débiles y salarios, contribuciones a planes de pensiones y seguros médicos reducidos. Otro efecto negativo en los niveles de empleo y las condiciones de trabajo lo produce la facilidad con que la empresa madre puede deshacerse del proveedor o subproveedor que por algún motivo haya caído en desgracia. Si una gran empresa descubre que una de sus divisiones no funciona como es debido, le resultará difícil cerrarla de un día para otro. Pero si se trata de una sociedad que está en otro país, puede sacarla de circulación con un simple correo electrónico. En conjunto, la externalización enfrenta entre sí a los proveedores, los trabajadores y las regiones, tanto las de un país como de unos países a otros. Es una receta tan eficaz para mejorar el balance financiero como mortífera para el empleo.

Otro aspecto de la financiarización de las empresas industriales ha sido la formación de monopolios con amplias campañas de fusiones y compras. En estas campañas tienen un papel decisivo los bancos de inversión, que consiguen con ellas unos beneficios astronómicos. Lo que menos preocupa a todos los actores involucrados son las consecuencias sobre el empleo. Por ejemplo, ¿por qué Alcoa quiere cerrar una fábrica grande en Italia? Más allá de los motivos técnicos y logísticos que tenga, es sabido que entre 2007 y 2009 Alcoa se enzarzó en una pelea implacable con dos colosos mineros angloaustralianos, BHP Billiton y Río Tinto, uno brasileño, Companhia Vale do Rio Doce (CVRD) y otro canadiense, Alcan, para conquistar a uno de ellos o por lo menos evitar que la comprara. En esta competición Alcoa tuvo que gastar miles de millones de dólares, suyos o prestados. El problema, en estos casos, es que las decenas o los cientos de miles de millones no se dedican a invertir, abrir nuevas plantas o crear empleo, sino a eliminar a un competidor y justo después reducir los puestos de trabajo. Al parecer esto hace que suba el valor bursátil.

En USA el presidente Obama, después de un año de silencio, vuelve a hablar de reformas serias en la arquitectura financiera. En la UE todavía estamos dándole vueltas a la idea de aumentar la vigilancia sobre los bancos, como si vigilar desde fuera lo que ocurre en un edificio lleno de grietas, como es el sistema financiero mundial, diera más confianza a quienes entran en él que reorganizarlo. De todos modos, aunque se emprendiera alguna reforma, no repercutiría en el empleo a menos que incluyera una reforma del sistema industrial, dado que este se ha convertido en un apéndice del sistema financiero.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=100492

Perchè la crisi produce disoccupazione

di Luciano Gallino, da Repubblica, 10 febbraio 2010

Come mai una crisi dai contenuti prevalentemente finanziari ha prodotto un alto tasso di disoccupazione nell´industria? Le risposte formulate finora vertono soprattutto sugli effetti negativi della restrizione del credito. Le banche colpite o minacciate dalla crisi, si dice, riducono il credito alle imprese; senza credito non si possono acquistare materiali da lavorare né compiere investimenti; perciò le imprese italiane e straniere riducono sia la produzione che le importazioni e tagliano i posti di lavoro.

Spiegazioni simili del rapporto finanza-industria ai tempi della crisi sono forse corrette, ma superficiali. Guardano soltanto all´ultimo anello del rapporto. Se si risale qualche anello più su, il rapporto si può così riassumere: la crisi finanziaria produce disoccupazione industriale su larga scala perché l´industria è diventata essa stessa un settore della finanza. In circa trent´anni l´impresa industriale è stata totalmente finanziarizzata. I disastri dei primi anni 2000, capostipite la Enron, sono stati il primo atto del dramma cui l´avvenuta ibridazione finanza-industria sta portando l´economia mondiale. Nel secondo atto abbiamo assistito ai disastri del 2007-2009, archetipo la Lehmann Brothers, ed alle devastazioni in atto del mondo del lavoro. Per non arrivare a un terzo atto, che potrebbe essere ancora più pauroso, bisognerebbe cercare di capire meglio il rapporto tra le due.

La finanziarizzazione dell´impresa industriale è iniziata da quando gli investitori istituzionali – fondi comuni, fondi pensione e assicurazioni – i quali posseggono mediamente oltre il 50 per cento del capitale di tutte le società quotate, hanno imposto ai dirigenti una nuova concezione dell´impresa. Essa non doveva più venire concepita come un´organizzazione nella quale ogni parte è legata alle altre e il cui funzionamento tocca gli interessi di molti gruppi, dai dipendenti ai fornitori e alla comunità locale, oltre a quelli degli azionisti. Doveva invece essere concepita come un fascio di attività (nel duplice senso di cose che si fanno e di attivi finanziari) solo temporaneamente connesse da un contratto; un conglomerato di impianti, mezzi di produzione ed uffici di cui ogni pezzo deve essere monitorato di continuo al fine di stabilire se il suo rendimento finanziario sia pari o superiore a quello dei pezzi migliori della concorrenza. Se tale rendimento è in sé elevato, ma appare inferiore anche soltanto di poco a quello della concorrenza, quel pezzo dell´impresa va subito ristrutturato, oppure venduto, o definitivamente chiuso. Ciascuno di questi interventi comporta ovviamente il licenziamento di gran parte dei relativi addetti, e talora di tutti; come potrebbe accadere allo stabilimento Fiat di Termini. Ma non di questo debbono preoccuparsi i manager, dicono i teorici dell´impresa come mera entità finanziaria. Deve pensarci lo Stato.

Un secondo passo verso la finanziarizzazione dell´industria è consistito in una esternalizzazione della produzione su scala mondiale. Si è passati dall´integrazione verticale del processo produttivo entro una singola impresa, al coordinamento orizzontale da parte di un gruppo di controllo di centinaia di produttori sparsi per il mondo. Nel primo caso, un´impresa mirava a produrre al proprio interno tutte le parti che andavano a comporre il prodotto finito. Nel secondo caso un´impresa fa tutto il possibile per non produrre nulla all´interno. Negli anni ´50 e ´60, la Olivetti produceva negli stabilimenti di Ivrea fino all´ultimo tasto delle centinaia di migliaia di macchine per ufficio che sfornava. Ed alla Mirafiori di Torino quattro quinti dei componenti di un´auto erano prodotti entro lo stabilimento. Oggi oltre il 75 per cento di un´auto Fiat viene prodotto da centinaia di fornitori esterni; la Renault supera l´80 per cento. Il più grande costruttore di Pc del mondo, la Dell, non produce nemmeno una porta Usb dei milioni di macchine che vende. Coordina invece l´attività di migliaia di produttori piccoli medi e grandi in quattro continenti.

La esternalizzazione globale ha generato vari effetti negativi sull´occupazione. Milioni di posti di lavoro sono migrati dalle grandi imprese a imprese piccole e medie. La General Motors, ad esempio, che ancora nel 2005 aveva oltre 330.000 dipendenti, a fine 2009 ne aveva meno di 90.000, pur producendo un numero di vetture certo non inferiore di quattro volte. Gli altri si sono trovati a lavorare nella Delphi, costola esternalizzata della Gm, o nelle migliaia di sub-fornitori che vi fanno capo. Vantaggio per l´impresa madre: sindacati deboli, salari, contributi pensionistici e assicurazioni mediche fortemente ridotti. Un altro effetto negativo sui livelli di occupazione e le condizioni di lavoro è derivato dalla facilità con cui l´impresa madre si può sbarazzare del fornitore o sub-fornitore che per qualsiasi motivo le torni sgradito. Una grande impresa che scopre di avere un reparto funzionante in modo poco soddisfacente difficilmente può chiuderlo dall´oggi al domani. Ma se si tratta di una società che sta in un altro Paese può eliminarlo dal giro con una semplice mail. Nell´insieme, l´esternalizzazione ha comportato mettere in conflitto fornitori contro fornitori, lavoratori contro lavoratori, regioni contro regioni, sia entro lo stesso Paese che tra un Paese e l´altro. Ricetta efficace per migliorare il bilancio finanziario, quanto micidiale per l´occupazione.

Un altro aspetto della finanziarizzazione delle imprese industriali è stata la formazione di monopoli mediante estese campagne di fusioni e acquisizioni. Sono campagne in cui hanno un ruolo determinante le banche di investimento, che da esse traggono utili astronomici. Le ricadute sull´occupazione sono l´ultimo dei problemi per tutti gli attori coinvolti. Perché la Alcoa, poniamo, vuole chiudere un grosso stabilimento in Italia? È possibile che abbia diversi motivi tecnici e logistici. Ma resta il fatto che tra il 2007 e il 2009 l´Alcoa è stata coinvolta in una furiosa lotta con due colossi minerari angloaustraliani, Bhp Billiton e Rio Tinto; uno brasiliano, la Companhia Vale do Rio Dace (Cvrd), e uno canadese, Alcan, allo scopo di conquistare uno di essi o almeno evitare di venire comprata. Per affrontare tale competizione l´Alcoa ha dovuto impegnare decine di miliardi di dollari, non importa se suoi o presi a prestito. Il problema, in tali vicende, è che decine o centinaia di miliardi vengono mobilitati non per fare investimenti, aprire nuovi impianti e creare occupazione, bensì per eliminare un concorrente e subito dopo ridurre il totale dei posti di lavoro. Pare faccia salire il valore del titolo in Borsa.

In Usa il presidente Obama parla nuovamente, dopo un anno di silenzio, di riforme serie dell´architettura finanziaria. Nella Ue ci si balocca ancora con l´idea di aumentare l´attività di sorveglianza sulle banche, quasi che sorvegliare quel che avviene all´esterno di un edificio pieno di crepe, qual è il sistema finanziario mondiale, conferisca a chi lo frequenta maggior sicurezza che non ristrutturarlo. Tuttavia, se qualche riforma dovesse mai vedere la luce, non recherà alcun vantaggio all´occupazione nel caso in cui essa non preveda anche una riforma del sistema industriale, dato che questo è diventato un´appendice del primo.

http://temi.repubblica.it/micromega-online/perche-la-crisi-produce-disoccupazione/

lunes, 1 de junio de 2009

¿Salvará China al mundo de la depresión?


Walden Bello

¿Será China la “palanca de crecimiento” que arrancará al mundo de las garras de la depresión? Esa pregunta se ha convertido en un tema favorito mientras el heroico consumidor estadounidense de clase media, aplastado por sus masivas deudas, deja de representar el estímulo esencial para la producción global.

Aunque la tasa de crecimiento del PIB chino cayó a un 6,1% en el primer trimestre – la más baja en casi una década – los optimistas ven “brotes de recuperación” en un aumento de un 30% en la inversión de bienes de capital urbanos y un salto en la producción industrial en marzo. Esos indicadores prueban, dicen algunos, que el programa de estímulo chino de 586.000 millones de dólares – que, en relación al PIB, es mucho mayor en proporción que el paquete de 787.000 millones del gobierno de Obama – está teniendo efecto.

¿El campo como rampa de lanzamiento de la recuperación?

Como las áreas urbanas costeras de China, orientadas hacia la exportación, sufren por el colapso de la demanda global, muchos dentro y fuera de China cifran sus esperanzas de recuperación global en el campo chino. Una parte importante del paquete de estímulo de Beijing va destinado a gastos sociales y de infraestructura en las áreas rurales. El gobierno está destinando 20.000 millones de yuan (3.000 millones de dólares) en subsidios para ayudar a residentes rurales a comprar televisiones, refrigeradores y otros electrodomésticos.

Pero con la baja de la demanda para la exportación, ¿funcionará esta estrategia de reforzar la demanda rural como un motor para la inmensa maquinaria industrial del país?

Hay motivos para ser escéptico. Para empezar, incluso cuando la demanda para la exportación era elevada, un 75% de las industrias de China ya estaban plagadas por la sobrecapacidad. Antes de la crisis, por ejemplo, se proyectaba que la capacidad instalada de la industria automotriz produciría 100% más vehículos de los que podían ser absorbidos por un mercado creciente. En los últimos años, los problemas de sobrecapacidad han llevado a la reducción a la mitad de la tasa anual de crecimiento de los beneficios de todas las principales empresas.

Hay otro problema mayor en la estrategia de hacer que la demanda rural sea un sustituto para los mercados de exportación. Incluso si Beijing lanza otros cien mil millones de dólares, no es probable que el paquete de estímulo contrarreste de alguna manera significativa el impacto depresivo de una política de 25 años de sacrificio del campo a favor de un crecimiento industrial urbano orientado a la exportación. Las implicaciones para la economía global son considerables.

La subordinación de la agricultura a la industria

Irónicamente, el ascenso chino durante los últimos 30 años comenzó con las reformas rurales que Deng Xiaoping inició en 1978. Los campesinos querían un fin de las comunas de la era de Mao, y Deng y sus reformistas los complacieron introduciendo un “sistema de contratos de responsabilidad casera.” Bajo este sistema, cada grupo familiar recibió un trozo de tierra para su cultivo. Se permitió que cada grupo familiar retuviera lo que quedara de la producción después de vender al Estado una proporción fija a un precio determinado por el Estado, o pagara simplemente un impuesto en efecto. Podía consumir el resto o venderlo en el mercado. Fueron años maravillosos para el campesinado. Los ingresos rurales crecieron en promedio más de un 15% por año, y la pobreza rural disminuyó de un 33% a un 11% de la población.

Esos días de oro del campesinado terminaron, sin embargo, cuando el gobierno adoptó una estrategia de industrialización basada en las costas, orientada a la exportación apoyada en la rápida integración a la economía capitalista global. Esa estrategia, que fue lanzada en el 12 Congreso Nacional del Partido de 1984, construyó esencialmente la economía industrial urbana sobre “las espaldas de los campesinos” como lo describieron los especialistas rurales Chen Guidi y Wu Chantao. El gobierno buscaba una acumulación primitiva del capital sobre todo mediante políticas que afectaron fuertemente el superávit campesino.

Las consecuencias de esa estrategia de desarrollo industrial orientada hacia las ciudades fueron severas. El ingreso campesino, que había crecido en un 15,2% por año de 1978 a 1984, bajó a un 2,8% por año de 1986 a 1991. Hubo una cierta recuperación a comienzos de los años noventa, pero el estancamiento del ingreso fue la marca de la segunda mitad de la década. En contraste, el ingreso urbano, que ya era mayor que el de los campesinos a mediados de los años ochenta, llegó a ser en promedio seis veces el de los campesinos en el año 2000.

El estancamiento del ingreso rural fue causado por políticas que impulsaban costes crecientes de los insumos industriales a la agricultura, una baja de los precios de los productos agrícolas, y aumentos de los impuestos, todo lo cual se combinó para transferir ingreso del campo a la ciudad. Pero el mecanismo principal para la extracción del excedente del campesinado fue la tributación. En 1991, las agencias centrales del Estado impusieron impuestos a los campesinos sobre 149 productos agrícolas, pero resultó que esto no era más que una parte de un bocado mucho mayor, ya que los niveles más bajos del gobierno comenzaron a imponer sus propios impuestos, aranceles y cargas. En la actualidad, los diversos niveles del gobierno rural imponen un total de 269 tipos de impuestos, junto con toda suerte de cargas administrativas impuestas a menudo de manera arbitraria.

Se supone que los impuestos y los aranceles no excedan un 5% del ingreso de un agricultor, pero la cantidad real es a menudo muy superior. Algunos estudios del Ministerio de Agricultura han informado que la carga tributaria del campesino es de un 15%, tres veces el límite oficial nacional.

Posiblemente el aumento de la tributación habría sido soportable si los campesinos hubieran obtenido a cambio una mejora de la salud pública y de la educación, y más infraestructura agrícola. A falta de semejantes prestaciones tangibles, los campesinos consideraron que sus ingresos subvencionaban lo que Chen y Wu describieron como el “monstruoso crecimiento de la burocracia y la cantidad metastatizante de funcionarios” que no parecían tener otra función que arrebatarles cada vez más.

Aparte de ser sometidos a mayores precios de los insumos, precios más bajos para sus productos, y una tributación más intensiva, los campesinos han soportado el peso del enfoque urbano-industrial de la estrategia económica de otras maneras. Según un informe, “40 millones de campesinos han sido obligados a abandonar sus tierras para construir carreteras, aeropuertos, represas, fábricas, y otras inversiones públicas y privadas, y otros dos millones son desplazados cada año.” Otros investigadores citan una cifra mucho mayor de 70 millones de grupos familiares, lo que significa que hasta 2004, calculando 4,5 personas por grupo familiar, las apropiaciones de tierras han desplazado hasta 315 millones de personas.

Impacto de la liberalización del comercio

El compromiso de China con la eliminación de las cuotas agrícolas y la reducción de aranceles aduaneros, hecho cuando se unió a la Organización Mundial de Comercio en 2001, podría todavía superar el impacto de todos los cambios anteriores sufridos por los campesinos. El coste de admisión para China es inmenso y desproporcionado. El gobierno redujo el arancel agrícola promedio de 54% a un 15,3%, en comparación con el promedio mundial de 62%, llevando al ministro de comercio a alardear (o quejarse de que) “Ni un solo miembro en la historia de la OMC ha hecho un recorte tan inmenso [en los aranceles] en un período tan breve.”

El acuerdo con la OMC refleja las actuales prioridades de China. Si el gobierno ha decidido arriesgar grandes sectores de su agricultura, como ser soja y algodón, lo ha hecho para abrir o mantener abiertos mercados globales para sus exportaciones industriales. Las consecuencias sociales de ese cambio todavía no han sido totalmente advertidas, pero los efectos inmediatos han sido alarmantes. En 2004, después de años de ser un exportador neto de alimentos, China registró un déficit en su comercio agrícola. Las importaciones de algodón aumentaron vertiginosamente de 11.300 toneladas en 2001 a 1,98 millones de toneladas en 2004, un aumento de 175 veces. Los agricultores productores de caña de azúcar, frijoles de soja, y sobre todo los de algodón, fueron arruinados. En 2005, según Oxfam en Hong Kong, las importaciones de algodón barato de EE.UU. resultaron en una pérdida de ingreso para los campesinos chinos de 208 millones de dólares, junto con 720.000 puestos de trabajo. También es probable que la liberalización del comercio haya contribuido a la dramática deceleración de la reducción de la pobreza entre 2000 y 2004.

Relajo del régimen de propiedad

En los últimos años, la prioridad dada a la transformación capitalista del campo para apoyar la industrialización orientada hacia la exportación ha llevado al partido a promover no sólo la liberalización del comercio agrícola sino un relajo del régimen de propiedad semi-socialista que favorece a los campesinos y pequeños agricultores. Esto involucra la reducción de controles públicos sobre la tierra para orientarse hacia un régimen de propiedad privada hecho y derecho. La idea es permitir la venta de derechos a la tierra (la creación de un mercado de terrenos) de modo que los productores más “eficientes” puedan expandir sus propiedades. En las palabras eufemísticas de una publicación del Departamento de Agricultura de EE.UU.: “China está fortaleciendo los derechos de los agricultores – aunque no llega a permitir la propiedad plena de la tierra – para que los agricultores puedan arrendar tierras, consolidar sus propiedades, y lograr eficiencias en el tamaño y la escala.”

Esta liberalización del derecho a la tierra incluyó la aprobación de la Ley de Arrendamiento Agrícola en 2004, que limitó la capacidad de las autoridades de las aldeas de reasignar tierras y dio a los agricultores el derecho a heredar y vender arrendamientos de tierra arable durante 30 años. Con la compra y venta de derechos a utilizar la tierra, el gobierno restableció esencialmente la propiedad de la tierra en China. Al hablar de “granjas familiares” y de “agricultores en gran escala,” el Partido Comunista Chino estaba, de hecho, apoyando un camino de desarrollo capitalista para suplantar el que se había basado en la agricultura de campesinos en pequeña escala. Como argumentó un partidario de la nueva política: “La reforma creará no sólo una economía de escala – aumento de la eficiencia y reducción de los costes de producción agrícola – sino resolverá el problema de tierras inactivas abandonadas por migrantes a las ciudades.”

A pesar de la promesa del Partido de que estaba institucionalizando los derechos de los campesinos a la tierra, muchos temieron que la nueva política legalizaría el proceso de apropiación ilegal que había estado ocurriendo en gran escala. Esto, advirtieron “creará unos pocos terratenientes y muchos agricultores sin tierra que no tendrán medios de vida.” Esos temores venían al caso, considerando la turbulenta transformación del campo resultante del desencadenamiento de relaciones capitalistas de producción en otros países.

Resumiendo, es poco probable que la simple asignación de dinero para aumentar la demanda rural vaya a contrarrestar las poderosas estructuras económicas y sociales creadas por la subordinación del desarrollo del campo a la industrialización orientada a la exportación. Esas políticas han contribuido a más desigualdad entre los ingresos urbanos y rurales y detuvieron la reducción de la pobreza en las áreas rurales. La habilitación de las áreas rurales de China para que sirvan de rampla de lanzamiento para la recuperación nacional y global requeriría un cambio fundamental de política, y el gobierno tendría que ir contra los intereses, locales y extranjeros que se han solidificado alrededor de la estrategia de industrialización orientada a la exportación dependiente del capital extranjero.

Beijing ha hablado mucho de un “Nuevo Trato” para el campo durante los últimos años. Pero hay pocas señales de que tenga la voluntad política de adoptar políticas que conviertan esa retórica en realidad. De modo que no hay que esperar que Beijing salve la economía global en el futuro previsible.

Walden Bello, profesor de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Filipinas (Manila), es miembro del Transnational Institute de Amsterdam y presidente de Freedom from Debt Coalition, así como analista sénior en Focus on the Global South.

Fuente: http://www.zmag.org/znet/viewArticle/21574