CLAUDI PÉREZ
Sostiene Leonard Cohen que "igual que un hombre no es un DNI, una calificación de deuda no es un país". Y sin embargo, estos son tiempos de incertidumbres en los que esos conceptos tienden a confundirse. Europa se enfrenta hoy a un día importante para aclararse con su DNI y de paso con su deuda: los jefes de Estado y de Gobierno se reúnen en Bruselas para dilucidar, entre la cumbre de hoy y la del próximo miércoles, el destino de esa moneda sin patria -sin DNI-, el euro, en plena crisis de identidad por los problemas de su deuda pública, de sus bancos y por las dudas sobre su capacidad para gestionar la crisis y deshacer el entuerto. En el tablero hay multitud de jugadores, todo tipo de reglas e intereses creados, efectos colaterales y demás: el arte de la política -política económica, en este caso- suele ser apasionante. Y desesperante: la respuesta pusilánime de la UE es hasta este momento la tónica, con Bruselas y los líderes empeñados en aplazar una solución que no llega y que a medida que pasa el tiempo se complica. Y se encarece. Esta es una tentativa de resumen de lo que está en juego. Que es mucho.
- Grecia, capítulo final (o no): Una economía que supone el 2% del PIB europeo y el 0,5% del PIB mundial ha puesto en jaque el proyecto europeo. Grecia no puede pagar sus deudas, que se encaminan al 200% de su PIB, y necesita una quita: pagará finalmente la mitad de lo que debe, o menos, en la primera suspensión de pagos de un país europeo en muchos, muchos años. Grecia necesita ayuda, pero los ortodoxos alegan problemas de riesgo moral: si se le da dinero gratis nunca hará las reformas necesarias. Con esa excusa, Europa y el FMI le han impuesto una cura a base de ricino: un plan de recortes y austeridad draconiano, durísimo, que prácticamente le condena a una larga recesión que durará años. Y sin crecimiento es muy difícil pagar las deudas: eso es lo que viene a llamarse un círculo vicioso en toda regla.
El primer plan de rescate llegó en 2010. Fue un desastre: imponía créditos a devolver con tipos de interés punitivos. Hace tres meses llegó un segundo plan de ayudas: más dinero, pero esta vez con la exigencia de que el sector privado (esto es, la banca) asumiera parte de la factura, con una quita de la deuda del 21%. Apenas un trimestre después se constata que esa fórmula no ha funcionado: la crisis griega es durísima, la deuda sigue creciendo a toda velocidad y los países europeos deben pactar ahora una quita no inferior al 50% para devolver a Atenas a una situación "sostenible". Falta saber si los bancos aceptarán eso voluntariamente o no. Francia quiere un plan voluntario: sus bancos nadan en deuda de Grecia y de lo contrario París (y el BCE) sostiene que el efecto contagio sería muy duro. Alemania aboga por la receta más dura: una quita obligatoria de hasta el 60%, a la que se opone el BCE para evitar el temido pánico en los mercados, cuya respuesta se verá tan pronto como mañana lunes. Lo más probable es una solución intermedia: una quita fuerte, del 50%, pero con un calendario de repago amplio para que Grecia pueda salir del pozo, y a la vez apoyo para los bancos (con una recapitalización para evitar el pánico en los mercados).
- La banca gana: En el principio fue la crisis financiera: el huracán llevó a los países del Atlántico Norte a dar a los bancos todo tipo de ayudas. La crisis bancaria derivó en crisis económica. Y entre lo que los Estados pagaron para salvar sus bancos y lo que pagan para suavizar el batacazo (prestaciones por desempleo, menores ingresos impositivos y demás) ha llegado una crisis fiscal de aúpa: problemas en los mercados de deuda, que ya no confían en los bonos europeos de algunos países. Y eso lleva de nuevo a los bancos, poseedores de la mayor parte de la deuda pública, hasta anteayer el activo financiero más seguro del mundo y ahora con su credibilidad en entredicho. La crisis bancaria ha vuelto. Se trata, en la mayoría de los casos, de un problema grave de liquidez, pero en algunas entidades y con el estrés actual eso puede derivar con rapidez en una crisis de solvencia (como ha ocurrido con Dexia). De ahí la desconfianza de los mercados, las caídas de las Bolsas, la apuesta de la UE por recapitalizar sus bancos para que vuelva la confianza, para que desaparezca la sensación de miedo.
Pero esa recapitalización tiene varios problemas: si se obliga a los bancos a dotarse de más capital cerrarán el grifo del crédito, y la recesión puede ser peor. Además, es difícil decir de cuánto dinero se trata: eso depende de cuán dolorosa sea la crisis de la deuda pública. En un principio, solo Grecia va a dejar de pagar sus bonos. Pero las autoridades europeas pretenden que los bancos tengan colchones de capital para amortiguar el golpe que supondría un recorte en los países con problemas: Portugal e Irlanda, y en menor medida Italia y España. El problema es que eso supone estigmatizar la deuda de esos países: si la UE decide que es posible que una parte de la deuda puede que no se pague, los inversores interpretarán que efectivamente eso va a ser así. La teoría de la profecía autocumplida. El pez que se muerde la cola. Lo más probable es que finalmente haya una recapitalización blanda: 100.000 millones de euros, cuando el FMI y otras estimaciones cifran las necesidades en 200.000, hasta en 300.000 millones, para que los ratios de capital sean los adecuados. La UE quiere un colchón de capital de máxima calidad del 9% para los grandes bancos, los llamados sistémicos, los demasiado grandes para caer: los que pueden llevarse a un país por delante. ¿Hay que meter más dinero es esos bancos, y sobre todo ese dinero tiene que salir del bolsillo de los contribuyentes? El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, dijo hace unos meses que la ciudadanía europea no está preparada para una segunda ronda de ayudas a la banca. Los bancos son indispensables para que una economía funcione, pero los ciudadanos, cada vez más indignados, difícilmente van a permitir una segunda ronda de ayudas públicas a la banca. El sociólogo Alain Touraine se maravilla del "silencio de las víctimas" en este ya casi primer lustro de crisis. Pero eso puede cambiar. Sobre todo si se cumplen algunos vaticinios: "Europa está iniciando lo que parece una década perdida", dice Simon Tilford, del think tank británico Center for European Reform.
- Fondo de rescate, el quid de la cuestión: La tercera pata del reguero de cumbres iniciado el viernes pasado, y que no culminará hasta el próximo miércoles, es el fondo de rescate: el denominado EFSF. Todo el mundo está de acuerdo en que hay que potenciarlo para hacer de él un arma disuasoria, una suerte de botón nuclear para que los especuladores no sigan castigando la deuda pública de varios países. Con el tamaño actual (440.000 millones) puede valer para Grecia, Irlanda y Portugal, pero no para la caza mayor en la que se ha convertido la crisis europea: los ataques a Italia y en menor medida a España. Y los primeros escarceos con Francia, por cierto, añaden aún más incertidumbre sobre la talla y la potencia que debe tener el fondo. París quiere que el EFSF sea un banco para que pueda pedir todo el crédito que sea necesario al BCE. Alemania, no: Berlín quiere que el fondo sea una suerte de seguro que garantice las deudas de los países del euro, para que los bonos de Italia o España ganen credibilidad. El mecanismo de ayuda garantizaría así hasta el 30% de las posibles pérdidas derivadas de la tenencia de deuda pública en los balances de los bancos. Esa es la solución minimalista que probablemente saldrá adelante. Y que probablemente no sea suficiente. Demasiados probablemente: no está del todo claro qué van a acordar París y Berlín, o mejor dicho Berlín y París: la canciller alemana Angela Merkel ha cambiado todas las reglas del juego y deberá volver a la capital alemana para obtener luz verde del Bundestag a cualquier acuerdo. Merkel está al mando, por si alguien lo dudaba.
En las últimas horas emerge una solución complementaria: crear un segundo fondo, con participación del sector privado, para intervenir directamente en el mercado secundario de deuda pública. Ese nuevo 'vehículo especial' ya se discutió en la última reunión de ministros de Finanzas del G-20. Actuaría en paralelo al fondo de rescate (EFSF), pero aún es solo una posibilidad que está sobre la mesa a la espera de lo que decidan los socios europeos.
- Quinielas: Lo que realmente ocurre está meridianamente claro: Grecia no puede pagar, Irlanda y Portugal tienen problemas de liquidez, que pueden llevarles también a tener problemas de solvencia si se activa el temido efecto contagio, y España e Italia (y por detrás Bélgica) son el siguiente dique de contención. Y esa crisis fiscal está entrelazada con la crisis financiera: los bancos pueden sufrir porque en sus balances guardan grandes cantidades de deuda pública, y ese es el canal por el que la crisis europea puede contagiar al resto del mundo, con un temido momento Lehman (por la quiebra de Lehman Brothers). Esa es la situación. La solución hasta el día de hoy ha sido poner parches, y los tres puntos anteriores de este artículo son básicamente eso, parches: en Bruselas hay una contradicción constante entre lo que se dice que se hará y lo que realmente se hace (que es poco o nada).
Pero entre los analistas se impone un consenso que no acaba de llegar a la arena política: dejar quebrar a Grecia, con una quita importante, y dar garantías a sus bancos y al resto de entidades europeas (a través del BCE) para evitar males mayores: una suspensión de pagos ordenada, si es que eso puede existir. Y hay que pedirle más madera al BCE: que el Eurobanco anuncie que va a comprar toda la deuda que sea necesario (algo que desespera a Alemania, lo que hace muy difícil esta vía de salida). Eso supondría grandes desembolsos iniciales, "pero una vez los mercados vean el bazoca del BCE la especulación cesará", sostiene el economista Paul De Grauwe. A medio plazo, no cabe otra opción que potenciar el fondo de rescate y seguir dando pasos hacia un Tesoro único, un ministerio de finanzas europeo, todo eso que ahora parece tan utópico como improbables parecían los pasos que ha ido dando Europa para lidiar con la crisis. Y aun así, lo deseable y lo probable casi nunca coinciden cuando se trata de Bruselas: el escenario más plausible es que hoy simplemente se dé un paso adelante en la recapitalización bancaria y la quita de Grecia. Todo lo demás, todos los detalles, se dejará para la cumbre del miércoles. Los anglosajones llaman a eso kick the can down the road. Traducción bastarda: patada hacia adelante.
Fuente: http://bit.ly/n2pZ0G