Colombian President Juan Manuel Santos sent shockwaves through Washington when he told the Financial Times that his nation is holding negotiations with China to build a multibillion dollar "dry canal" that would compete with the Panama Canal. After all, Santos said, China is "the new motor of the world economy".
This deal is charged with politics. Colombia is trying to get the US to pass a long-stalled trade deal. And let us not forget that the original canal was to be the result of an agreement between the US and Colombia. When the Colombians didn't like the deal the US had on offer and threatened to squelch it, Washington supported Panamanian separatist movements and got itself a new country to build a canal with.
But that's all water under the isthmus. Or so we thought.
Whether or not this deal goes through, it highlights the stark contrast between China's foreign economic ventures and those of the United States.
For 30 years, Washington has been shopping a trade-not-aid based economic diplomacy across Latin America and beyond. According to what is generally known as the "Washington consensus", the US has provided Latin America loans conditional on privatisation, deregulation and other forms of structural adjustment. More recently, what has been on offer are trade deals such as the US-Colombia Free Trade Agreement: access to the US market in exchange for similar conditions.
The 30-year record of the Washington consensus was abysmal for Latin America, which grew less than 1% per year in per capita terms during the period, in contrast with 2.6% during the period 1960-81. East Asia, on the other hand, which is known for its state-managed globalisation (most recently epitomised by China), has grown 6.7% per annum in per capita terms since 1981, actually up from 3.5% in that same period.
The signature trade treaty, of course, was the North American Free Trade Agreement (Nafta). Despite the fact that exports to the US increased sevenfold, per capita growth and employment have been lacklustre at best. Mexico probably gained about 600,000 jobs in the manufacturing sector since Nafta took effect, but the country lost at least 2m in agriculture, as cheap imports of corn and other commodities flooded the newly liberalised market.
This dismal economic record prompted citizens across the Americas to vote out supporters of this model in the 2000s. Growth has since picked up, largely from domestic demand, and exports to China and elsewhere in Asia.
Interestingly, the only significant card-carrying members of the Washington consensus left in Latin America are Mexico and Colombia. That explains why Washington was so shocked at Santos' remarks.
Before China "gets" Colombia, there is now a rallying cry that says the US must pass the US-Colombia Free Trade deal – which would make Colombia deregulate its financial services industry, scrap its ability to design innovative policies for development, and open its borders to subsidised farm products from the United States. According to a study by the UN, the agreement will actually make Colombia worse-off by up to $75m, or 0.1% of its GDP.
Ironically, the US's renegade Congress failed to renew trade preferences last week, under which the majority of Colombia's exports enter tariff-free without the conditional terms of US trade deals.
Meanwhile, the Financial Times reports that China has lent over $110bn to developing countries over the past two years, more than the World Bank has made in three years. Relative to the World Bank, these loans come with far fewer "conditionalities" and are going to massive infrastructure projects across Africa and in places like Argentina, Venezuela and, perhaps now, even Colombia.
China is loaning nations money to fund each nation's own priorities for growth and development. China isn't doing so out of altruism; these are not acts of sainthood. China just has a better handle on economic development. Looking at the experience of other East Asian nations and itself, these types of projects are a much better bet than trade deals. China hopes that the projects will jumpstart growth so that nations will be able to supply greater amounts of exports to China, and be a source of Chinese exports. US trade deals, by contrast, seem to have been hijacked by a few interest groups that may benefit in the short term, but have dubious results over time.
The bigger point here is that, even if Colombia gets the sorry trade deal it wants and doesn't get a canal, the United States is literally and figuratively bankrupt in its competition with Chinese finance. Literally, because the US has the largest deficit on the planet and owes a big chunk of that to the Chinese. Figuratively, because the economic model that the US has exported to Latin America hasn't worked. China is funding infrastructure, exploration, science and technology, and all the other things that President Obama says we should be spending on here at home.
Why don't we do that here and enable others to as well?
http://www.guardian.co.uk/commentisfree/cifamerica/2011/mar/07/china-usa
El presidente colombiano Juan Manuel Santos hizo temblar a todo Washington, cuando dijo a The Financial Times que su país está realizando negociaciones con China para construir un “canal seco” multibillonario que competiría con el Canal de Panamá. Después de todo, dijo Santos, China es “el nuevo motor de la economía mundial”.
Este negocio está cargado de política. Colombia está tratando de que EE.UU. apruebe un acuerdo comercial que hace mucho está atorado. Y no olvidemos que el canal original iba a ser el resultado de un acuerdo entre EE.UU. y Colombia. Cuando a los colombianos no les agradó el negocio que EE.UU. ofreció y amenazaron con suprimirlo, Washington apoyó a los movimientos separatistas panameños y obtuvo un nuevo país para construir un canal. Pero ya eso es agua bajo el istmo. O eso creíamos.
Ya sea que este negocio se realice o no, subraya el gran contraste entre las operaciones económicas chinas en el exterior y las de Estados Unidos.
Durante 30 años, Washington ha estado proponiendo en Latinoamérica y más allá una diplomacia económica basada en el comercio, no en la ayuda. Según lo que se conoce generalmente como el “consenso de Washington”, EE.UU. ha entregado a Latinoamérica préstamos condicionados a la privatización, la desregulación y otras formas de ajuste estructural. Más recientemente, lo que se ha ofrecido son acuerdos comerciales como el Acuerdo de Libre Comercio EE.UU.-Colombia: acceso al mercado norteamericano a cambio de condiciones similares.
El historial de 30 años del consenso de Washington ha sido funesto para Latinoamérica, la cual creció menos de 1% anual en términos per cápita durante el período, a diferencia del 2,6% en el período 1960-1981. Asia Oriental, por otra parte, a la cual se le conoce por su globalización administrada por el estado (el epítome más reciente es China) ha crecido 6,7% al año en términos per cápita desde 1981, año en el que obtuvo 3,5%.
El tratado comercial modelo es, por supuesto el Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (ALCAN). A pesar del hecho de que las exportaciones a EE.UU. se multiplicaron por siete, el crecimiento per cápita y el empleo en el mejor de los casos han resultado mediocres. México probablemente haya ganado 600 000 empleos en el sector manufacturero desde que ALCAN entró en vigor, pero el país ha perdido 2 millones en la agricultura, ya que las importaciones baratas de maíz y otros productos han inundado el mercado recién liberalizado.
Este lúgubre historial económico hizo que los ciudadanos a través de América votaran a partir del 2000 en contra de los proponentes de este modelo. Desde entonces ha aumentado el crecimiento, en gran medida debido a la demanda interna y las exportaciones a China y otras partes de Asia.
Es interesante que los únicos defensores del consenso de Washington en Latinoamérica sean México y Colombia. Eso explica por qué Washington se escandalizó tanto por los comentarios de Santos.
Antes de que China “se apodere” de Colombia, hay ahora un urgente llamado que dice que EE.UU. debe aprobar el acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y Colombia –lo cual obligaría a Colombia a desregular su industria de servicios financieros, eliminar su capacidad de diseñar políticas innovadoras para el desarrollo y abrir sus fronteras a los productos agrícolas subsidiados provenientes de Estados Unidos. Según un estudio de la ONU, el acuerdo afectaría a Colombia en $75 millones de dólares, o 0,1% del PIB.
Irónicamente, la semana pasada el Congreso renegado de EE.UU. no renovó las preferencias comerciales, bajo las cuales la mayoría de las exportaciones colombianas no pagan tarifas en EE.UU. sin los términos condicionales de los acuerdos comerciales norteamericanos.
Mientras tanto, The Financial Times informa que China ha prestado $110 mil millones a países en desarrollo durante los últimos dos años, más de lo que el Banco Mundial ha hecho en tres años. En relación con el Banco Mundial, estos préstamos vienen con muchas menos “condicionalidades” y se están dedicando a grandes proyectos de infraestructura en toda África y en lugares como Argentina, Venezuela y, quizás ahora, hasta en Colombia.
China está prestando dinero a naciones para financiar las prioridades de cada cual para su crecimiento y desarrollo. China no lo está haciendo por altruismo; estos no son actos de santidad. Lo que sucede es que China tiene más experiencia en el desarrollo económico. Viendo la experiencia de otras naciones de Asia Oriental y la suya propia, estos tipos de proyectos son una apuesta mucho más segura que los acuerdos comerciales. China espera que los proyectos harán aumentar el crecimiento. De manera que las naciones serán capaces de suministrar mayor cantidad de exportaciones a China y ser un destino de las exportaciones chinas. Por el contrario, los acuerdos comerciales de EE.UU. parecen haber sido secuestrados por unos pocos grupos de interés que pueden beneficiarse a corto plazo, pero con el tiempo sus resultados son dudosos.
Lo más importante aquí es que, incluso si Colombia obtiene el mal acuerdo comercial que desea y no obtiene un canal. Estados Unidos, literal y figurativamente, está en bancarrota en esta competencia con las finanzas chinas. Literalmente, porque EE.UU. tiene el mayor déficit del planeta y le debe un gran trozo de ese déficit a China. Figurativamente, porque el modelo económico que EE.UU. ha exportado a Latinoamérica no ha funcionado. China está financiando infraestructuras, exploración, ciencia y tecnología y todas las otras cosas que el presidente Obama dice que nosotros debiéramos estar haciendo en casa.
¿Por qué no lo hacemos aquí y posibilitamos que otros lo hagan también?