*Pedro Pitarch
Estrasburgo es un gran mirador del escenario europeo, así como el mando del Eurocuerpo es una singular atalaya de su dimensión militar. Desde ellos se constata con cierta pena el enorme déficit defensivo europeo, porque la ausencia de una capacidad defensiva propia, autónoma y suficiente margina a Europa en un futuro orden multipolar.
Estrasburgo es un gran mirador del escenario europeo, así como el mando del Eurocuerpo es una singular atalaya de su dimensión militar. Desde ellos se constata con cierta pena el enorme déficit defensivo europeo, porque la ausencia de una capacidad defensiva propia, autónoma y suficiente margina a Europa en un futuro orden multipolar.
Jean Monet decía que Europa se unifica alrededor de grandes proyectos concretos. Pero en la seguridad y la defensa no se ha lanzado todavía un proyecto serio de vertebración. Y sin una sólida Europa de la defensa no habrá Europa política. Porque, más allá de declaraciones de tono europeísta y ansia mediática, los hechos muchas veces muestran desinterés (cuando no incompetencia) y agendas nacionales prioritarias. Falta liderazgo y voluntad política para comprometerse definitivamente con la Europa de la defensa. Por eso necesitamos el Tratado de Lisboa que, entre otras cosas, deberá abrir el camino a una Política Común de Seguridad y Defensa (PESD). Con Tratado (mejor) o sin él, hay que seguir perfeccionando lo que ya existe como, por ejemplo, el sistema de los battle groups, aún poco creíbles por su gran déficit de interoperabilidad; la formalización del Consejo de Ministros de Defensa, que vendrá cuando exista política común, o la Agencia Europea de Defensa, de tan enormes implicaciones industriales. Pero estos objetivos, reconozcámoslo, no son muy frescos.
La estructuración militar europea es un gran proyecto que demanda urgente actuación si se quiere realmente dar un impulso creíble a la PESD. Los cuarteles generales y unidades de fundamento genuinamente europeo no tienen una relación estructurada y formal con los órganos militares superiores de la Unión Europea (Comité Militar o Estado Mayor). Las relaciones entre unos y otros son casi "clandestinas", exceptuando la que existe entre el Eurocuerpo y la Brigada franco-alemana, que, aunque más formalizada, es perfectible. Y esa indefinición hay que resolverla abordando una estructura que dé sentido a la Europa de la defensa, la cual, como objetivo político, hay que construirla con y no contra los americanos. Y podemos hacerlo; al fin y al cabo, ellos también necesitan una Europa fuerte y unida.
De la misma manera, no es legítimo apuntalar la OTAN a base de pisotear las aspiraciones europeas. Habría que redimensionar a la baja las estructuras de la OTAN, abordar una estructura militar genuinamente europea (aunque fuera inicialmente sencilla para "echar a andar") y acordar a dos, Unión Europea y Estados Unidos, el mantenimiento de los necesarios niveles de seguridad continental durante ese proceso de transformación.
El primer gran paso de este gran proyecto sería el establecimiento de una vez por todas de un cuartel general europeo de operaciones, capaz de realizar el planeamiento y la conducción (éste es el aspecto clave) de las operaciones auspiciadas por la UE, así como de integrar las diversas capacidades de gestión de crisis (militares, civiles, policiales, etcétera) de la Unión. De ese cuartel general habrían de "colgar" luego, directa o indirectamente, los cuarteles generales, las unidades multinacionales y otras organizaciones como, por ejemplo, la eurogendarmería, todos ellos ya existentes.
Ante esta idea los otanistas, los de siempre y los conversos, saltan enseguida con el vetusto argumento de la duplicación. Les diría que la racionalización militar es un vacío vital, una necesidad urgente a satisfacer, naturalmente si se tiene la convicción de que los europeos no tenemos mejor destino común que Europa. Les añadiría que mejor sería que no fundamentaran su pánico en Europa, sino en un concreto teatro asiático donde paulatinamente se acrecienta el riesgo de dar al traste con la propia Alianza en poco tiempo. Por el contrario, duplicación es eso que el ministro francés Morin señalaba en el diario La Croix en marzo de 2008: "La OTAN debe someterse a una profunda racionalización: coste global, efectivos, número de estados mayores. Recordemos que la OTAN tiene un presupuesto de 2.000 millones de euros, más de 22.000 personas empleadas a jornada completa (para 66.000 personas en operaciones) y cerca de 300 comités diversos".
La nueva plantilla OTAN (en la que, por cierto, España ha salido regular) no disminuye precisamente el número de estrellas de generales y alimenta algunas estructuras ya superfluas, cambiando sus nombres y atribuyéndolas capacidades que ni tienen ni, previsiblemente, tendrán. ¿Y qué decir de la pléyade de grupos de trabajo y mentores de "generación espontánea" que, a lomos de los presupuestos de la OTAN (y nacionales), cabalgan alegremente de aquí para allá no se sabe bien para qué? Verdaderamente, todo esto sí que es una tremenda duplicación.
España presidirá la UE en el primer semestre de 2010. Puede ser una etapa de desarrollo unitario si, felizmente, el Tratado de Lisboa entra en vigor. Uno, al despedirse del mirador y de la atalaya de Estrasburgo, piensa que lanzar y abrir seriamente el camino para el vital proyecto de estructuración militar europea podría ser un gran objetivo de nuestra presidencia. Es una cuestión de voluntad, coherencia y competencia. ¿Las hay?
* Teniente General
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Estructuracion/militar/europea/vacio/vital/elpepiopi/20090928elpepiopi_5/Tes