La larga guerra entre la moneda de China el yuan y el dólar de Estados Unidos parece que entra en otra fase de extrema agudización.
Presionados ante el riesgo de sanciones económicas contra sus exportadores, las autoridades de China optaron por "fortalecer" la moneda nacional y, al mismo tiempo, asestaron un golpe preventivo -muy de su estilo- contra las importaciones de la carne de pollo proveniente de EEUU.
Bajo el pretexto de medidas de protección para los productores chinos, los aranceles aduaneros para la carne de pollo de producción estadounidense se duplicaron hasta el 105.4%.
Al parecer, a Rusia dichas medidas no la afectan directamente, pero sin duda, cualquier movimiento en el mercado de divisas afectará a los empresarios y consumidores rusos.
El enfrentamiento monetario entre las dos economías más potentes del mundo, dura ya varios años, y son producto de la estructura misma del actual sistema económico mundial. En su momento, el traslado de la mayor parte de la producción industrial a la región asiática, más exactamente a China, permitió a los países occidentales evitarse toda una serie de problemas sociales, políticos, ecológicos y de otra índole.
Era evidente que esa decisión entrañó ciertos riesgos ya que una estructura cada vez más compleja de las exportaciones chinas, el desarrollo de su mercado interno y un nivel de vida más alto en China podrían acabar provocando un significativo encarecimiento de las mercancías chinas y una posible crisis en los mercados de bienes de consumo occidentales.
Sin embargo, otro problema se hizo patente con muchísima rapidez: la mercancía importada de China resultó tan barata que inevitablemente socavó la competitividad de los productos estadounidenses tanto en el mercado internacional, como en el interno.
Además de la mano de obra barata, el bajo costo de las mercancías chinas se refuerza con la baja cotización del yuan respecto al dólar americano. Los sectores que representan los intereses de los sectores industriales estadounidenses en más de una vez llamaron la atención sobre el hecho de que la cotización baja del yuan concede a los productores chinos una ventaja injustificada.
Y buscando proteger a los productores nacionales la Casa Blanca emprendió medidas para poner coto a esa situación. La primera victoria conseguida por los industriales norteamericanos ocurrió en el año 1993, cuando el Banco Nacional de la República Popular China estableció para la menda china una cotización oficial y de mercado.
Posteriormente, China puso en marcha una política fluctuante: a veces dejaba flotar el yuan y a veces lo ataba estrictamente al dólar. La crisis económica mundial obligó a las autoridades estadounidenses a hacer más caso a los reclamos de los industriales nacionales y, por lo tanto, Washington procedió a exigirle a Pekín pasos concretos para fortalecer su moneda.
A lo largo del último año en el frente monetario se impuso una especie de tregua: los norteamericanos seguían exigiendo y los chinos prometiendo; pero sin que ninguno de ellos llegara a cumplir sus amenazas.
En vísperas de las elecciones al Congreso de Estados Unidos que se celebrarán este otoño, la Casa Blanca recurrió a recursos de "artillería pesada". El Congreso en breve votará un proyecto de Ley que permitirá introducir sanciones contra aquellos países que a juicio de los estadounidenses, manipulen las cotizaciones de sus monedas nacionales; es decir, China.
Pekín no tuvo más remedio que suspender el pasado 19 de junio la estricta interdependencia del yuan y dólar que se había mantenido durante dos años. Desde entonces la cotización de la moneda china subió respecto al dólar americano casi un 2%.
Los norteamericanos, sin embargo, difícilmente se contentarán con este resultado: aspiran a que el yuan encarezca al menos hasta un 30%, lo que es completamente inaceptable para Pekín.
Según algunas estimaciones, una subida del yuan en apenas un 20% sería para la economía china una prueba difícil de superar. No obstante, las medidas de fortalecimiento del yuan se siguen aplicando y en la tercera semana de septiembre el yuan tuvo un crecimiento récord desde 1993.
Los expertos pronostican que en un futuro próximo esta tendencia se mantendrá, pero no está claro qué consecuencias podría tener. "Haciendo subir" al yuan y protegiendo de esta forma a los productores nacionales, la Casa Blanca perjudica los intereses de los importadores y distribuidores de productos chinos y, por consiguiente, también de los consumidores.
Este último punto es importante, porque una baja demanda es uno de los factores que impiden el restablecimiento post-crisis de la economía estadounidense.
¿Podría semejante enfrentamiento monetario entre Pekín y Washington repercutir en la economía rusa? Y la pregunta no es baladí, sobre todo en el contexto de la intensificación de las relaciones económicas entre Rusia y China que se está observando últimamente.
Por supuesto, la economía rusa no está tan estrechamente vinculada con la china como lo está la economía de los Estados Unidos. El intercambio comercial con Rusia representa tan sólo un 2% del volumen total de las exportaciones chinas y la estructura comercial se reduce a los suministros de materias primas de Rusia a China y a las importaciones de bienes de consumo de fabricación china.
Esta tendencia se verá reforzada aun más por los recientes acuerdos alcanzados por los líderes de los dos países.
Durante su visita oficial a China el Presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, y su homólogo chino, Hu Jintao, inauguraron el oleoducto que unirá las ciudades de Skovorodino y Moje, fruto de la realización de este proyecto vinculado exclusivamente con la materia prima rusa.
Los suministros -de 15 millones de toneladas de petróleo al año- empezarán en enero de 2011. Asimismo, representantes del consorcio de gas ruso Gazprom están negociando con los funcionarios de la Empresa de gas china contratos para los suministros de gas natural de Rusia a China.
En realidad, no habría que subestimar la dependencia de la economía rusa de la de su gran vecino oriental. Los productos de fabricación china suponen más de la mitad del mercado ruso de ropa, dominando casi por completo el sector de los electrodomésticos, porque parte de las marcas europeas o japonesas se fabrican en China.
Lo mismo es aplicable a las marcas rusas de equipo electrónico o de ropa para jóvenes. En los últimos años, han entrado en la lista de mercancías importadas de China los automóviles y los equipos de telecomunicaciones.
Es decir, la subida de la cotización del yuan y el consiguiente encarecimiento de las importaciones provenientes de China es susceptible de repercutir directamente en los consumidores rusos de bienes y servicios.
Sin embargo, a diferencia de Estados Unidos, carecemos de una producción interna desarrollada que se beneficie con el debilitamiento de sus competidores.
China tiene algo de culpa de esta situación: la mercancía barata proveniente de Turquía y China acabó con la industria ligera rusa, al ser sus productos incapaces de competir y carecer de atractivo alguno las inversiones en el sector.
Según expertos, con el mismo sueldo de, pongamos, 400 dólares -que es lo que cobra un operario altamente cualificado de una fábrica grande en china y un operario cualificado en alguna región rusa- la productividad del operario chino supera con creces al de su colega ruso.
Por la simple razón de que, en China, se suele trabajar entre 10 y 14 horas diarias en vez de las 8 habituales en Rusia.
La reciente tendencia hacia el fortalecimiento de la moneda china y el encarecimiento de las exportaciones chinas podría contribuir aparentemente a hacer más atractivas las inversiones en la industria ligera rusa. Sin embargo, parece difícil que esto ocurra, porque el encarecimiento distará de ser significativo; suficiente, a lo mejor, para dar una alegría a los industriales norteamericanos y un disgusto a los consumidores.
http://sp.rian.ru/analysis/20101002/127904578.html