miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿El fin del dólar como divisa suprema?

PAUL KENNEDY

Está en marcha un debate muy interesante en medios académicos sobre la suerte a largo plazo del dólar estadounidense como suprema divisa para las transacciones en moneda extranjera y, cosa más importante, para las reservas de divisas de los Gobiernos nacionales, las empresas multinacionales y los productores de petróleo, gas y otras materias primas.

En la cumbre del G-20 que se celebró en Londres el pasado abril, llamó la atención de los periodistas que el Fondo Monetario Internacional recibiera una asignación de 250.000 millones de dólares en derechos especiales de giros (DEG). Dos meses después, la cuestión volvió a surgir en Ekaterimburgo (Rusia). La reunión de los líderes de los países BRIC -Brasil, Rusia, India y China- sugirió a los comentaristas que una coalición internacional de Estados emergentes podría cantar las cuarenta al Tío Sam, en parte a base de que los países cambiaran sus reservas de divisas desde el dólar a esas unidades de cuenta del FMI.

Una interpretación generosa de toda esta "confabulación" internacional es que, en realidad, es mejor para el mundo que sus transacciones monetarias se basen en un "abanico" internacional de divisas que en una sola que, si cae por culpa de la mala gestión de su Gobierno, podría llevar a la ruina a muchos actores inocentes, especialmente los Estados más pobres que dependen del dólar estadounidense. ¿No lo había propuesto el gran economista John Maynard Keynes en 1944 a fin de evitar un mundo basado en un dólar que acabara sufriendo la maldición de llevar demasiado peso sobre los hombros?

Habría sido positivo para la comunidad internacional y para Estados Unidos. ¿Por qué tenía que tambalearse el Titán Cansado bajo el destino excesivo de su carga de ser la divisa suprema? Pero Washington, con todos los dólares que tenía en el bolsillo, puso el veto al plan de Keynes. Está bien saber que eres el más fuerte. Además, si uno posee la principal divisa del mundo puede caer en enormes déficits comerciales y de cuenta corriente sin que le castiguen por ello; un país con una divisa poco importante como Islandia o Corea del Sur no puede permitírselo.

Otra interpretación más desagradable de este paso para acabar con la hegemonía del dólar es el antiamericanismo. Es habitual que la primera potencia mundial despierte el resentimiento de otros países menos poderosos, incluso cuando esa potencia consigue distribuir bastante bien lo que los economistas llaman los "bienes públicos". Por consiguiente, si las economías emergentes de Brasil, Rusia, India y China deciden reunirse, no es extraño que hablen sobre el sistema financiero y comercial internacional y sobre cómo depender menos de la capacidad de Estados Unidos para dañarlo (a través de hipotecas basura, pésimos bancos, el dominio de la divisa).

Para algunos, un dólar debilitado puede ser también un golpe contra la arrogancia de Estados Unidos y un recordatorio de que hasta los más poderosos pueden tropezar. Eliminar la "injusta" ventaja del dólar como divisa fundamental de reserva ha sido siempre una idea del agrado de los intelectuales franceses y, como demuestra la historia, de los presidentes franceses, desde De Gaulle hasta Sarkozy. ¿Por qué no, entonces, propugnar una "cesta de divisas" más equitativa que facilite los intercambios comerciales o, como variante, intentar organizar el comercio mediante los derechos especiales de giros del FMI? Parece razonable -y, por tanto, defendible- y bajaría los humos a los estadounidenses.

Pero resulta que hay todo tipo de razones por las que los DEG no pueden servir en la actualidad como divisa común, es decir, algo en lo que podría fijarse el precio de un coche Toyota o algo de lo que se podría sacar un puñado de billetes de un cajero automático. Su función es de carácter intergubernamental y no tiene nada que ver con, por ejemplo, los departamentos de divisa extranjera de Barclay's.

Esto lo explicó muy bien el especialista financiero Swaminathan S. Anklesaria Aiyar, del Cato Institute de Washington (An International Monetary Fund Currency to Rival the Dollar?, ¿Una divisa del Fondo Monetario Internacional que rivalice con el dólar?, julio de 2009, para los lectores que quieran más detalles). Hay que advertir que Aiyar no es como esos comentaristas estadounidenses nacionalistas que parecen creer que la reducción del papel del dólar en el mundo es una especie de amenaza contra su virilidad. Es más, como investigador del Cato Institute, famoso por sus opiniones libertarias sobre política y economía, Aiyar alega sin reparos que la caída relativa del dólar se producirá seguramente debido al crecimiento continuo del PIB chino y la futura llegada del yuan como divisa plenamente convertible, y no porque los Gobiernos mundiales recurran a un instrumento artificial del FMI como los derechos especiales de giros. Cuando el yuan entre a formar parte de las grandes divisas, junto con el euro, el yen y el dólar, habrá todavía menos presiones y menos razones para sustituir los medios tradicionales de compraventa de dinero.

Poco después de leer el ensayo de Aiyar, me llamó la atención un artículo extraordinario titulado The World Supremacy of the Dollar at the Rendering (1917-2008) (La supremacía mundial del dólar a la hora de rendir cuentas), escrito por el especialista italiano Antonio Mosconi, del Centro Einstein de Estudios Internacionales (CESI). El título es tan bíblico -el rendir cuentas evoca el "dar al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios"- que inmediatamente quise saber lo que decía.

Para quienes disponen de menos tiempo libre que los profesores de universidad, lo resumiré así: el dólar estadounidense ha vivido dos vidas, la primera como divisa de un poderoso país acreedor, desde los años veinte hasta los sesenta, y la segunda como divisa de un "imperio de la deuda", desde los setenta hasta hoy, aún tiene que llegar mucho más endeudamiento internacional tan sólo con la desgraciada liquidación de los bonos del Tesoro cada semana.

Es imposible resumir en unas frases la devastadora y elegante descripción que hace Mosconi de la explotación, por parte del Gobierno estadounidense, de su capacidad de imprimir papel en el escenario fiscal internacional. Pero su conclusión está clara: "Esta crisis no es como las demás, es la última convulsión del papel internacional del dólar". En algún momento futuro, gran parte del mundo tomará medidas para evitar que su destino dependa de las decisiones aisladas del Tesoro estadounidense y el Banco de la Reserva Federal. Y entonces llegará la hora de rendir cuentas...

Ya veremos. Dado el nerviosismo de los mercados mundiales en la actualidad, tan posible es que veamos una mejora en el valor de cambio del dólar como que veamos una caída repentina. Ahora bien, en general, estos artículos académicos tienen bastante sentido. Vivimos hoy en un mundo en el que un sólo país, que no tiene más que el 5% de la población mundial, posee aproximadamente el 20% de su PIB, gasta casi el 50% de sus inversiones totales en defensa e imprime billetes que representan entre el 65 y el 70% de las reservas mundiales de divisa extranjera.

De creer en la teoría de la "convergencia" que propugnan los economistas -es decir, el acercamiento del producto y la renta de empresas, regiones y países-, la conclusión está clara: a medida que China, India, Corea del Sur, Brasil, México e Indonesia "se pongan al día", la parte correspondiente a Estados Unidos disminuirá de forma proporcional, aunque los habitantes de Virginia y Vermont sean más ricos, en términos absolutos, en el año 2050. Tarde o temprano -y lo que se discute es si va a ser "tarde" o "temprano", no si va a ser- vamos a presenciar otro gran cambio en los equilibrios mundiales de poder.

Incluso a corto plazo, y sobre todo si yo fuera un gestor de dinero interesado en proteger los futuros intereses de mis clientes, supongo que observaría con más cuidado la distribución actual de mis carteras, sólo para asegurarme de que, cuando me llegara la hora de "rendir cuentas", no pareciera completamente anticuado. Y, cuando cobro como autor internacional, me gusta recibir mis honorarios y derechos en muchas monedas, sólo para estar tranquilo.

Chile lidera el gasto militar “per cápita” en América Latina

Ernesto Carmona

Mientras crecen las necesidades de los pobres de América Latina, Chile, Colombia y Brasil son los países de América del Sur que más gastaron en armas durante 2008. Según el estudio anual del Instituto de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri, por su sigla en inglés), el gasto militar total en la región ascendió a 34.071 millones de dólares.

La cantidad parece exigua (2,6%) si se la compara con el gasto militar mundial en el mismo año, estimado en 1.464 mil billones de dólares, con un aumento de 4% respecto a 2007 y de 45% en la última década. Los gastos militares de 2008 representan, aproximadamente, el 2,4% del producto interno bruto (PIB). Todas las regiones y subregiones tuvieron aumentos significativos desde 1999, excepto Europa occidental y central, indicó el Sipri.

Durante los ocho años de George W. Bush, el gasto militar de EEUU aumentó al nivel más alto en términos reales desde la Segunda Guerra Mundial, principalmente por las invasiones a Afganistán e Irak, horadando el presupuesto con un gigantesco déficit perpetuo. Las guerras de Afganistán e Irak se financiaron principalmente con créditos suplementarios de emergencia fuera del proceso del presupuesto ordinario, respaldados por la emisión de bonos del Tesoro y "créditos" de la Reserva Federal, es decir, impresión de papel moneda "prestado" al gobierno federal.

Según un análisis del Conflicto Barómetro, citado en CNN-Chile por Rodrigo Álvarez, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), muy pocos países latinoamericanos redujeron sus gastos miliares (Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay), pero Chile lidera el gasto militar por habitante, que ascendió a 290 dólares "per cápita" en 2008, mientras Colombia gastó 115, Ecuador 89 y Brasil 80. En relación al PIB, Ecuador gasta el 3,81%, según el SIPRI, seguido por Chile, con un 3,73% y Colombia, con 3,34%.

El gasto militar de la región en 2008 (34.070 millones de dólares) equivale al 2,6% del gasto mundial, que encabezó Estados Unidos, con 607.000 millones de dólares deficitarios en su presupuesto. En términos absolutos, medidos en miles de millones de dólares, el país que más gasta es Brasil, con el 45% del total, seguido de Colombia y Chile:

2007 2008

Brasil 14.737 15.477

Colombia 5.579 6.568

Chile 4.864 4.778

Venezuela 2.262 1.987

Argentina 1.738 2.077

Perú 1.145 1.301

Bolivia 197 175

Fuente: Sipri/Flacso

Los militares chilenos se financian con un "impuesto propio" del 10% a las ventas brutas de la estatal Corporación del Cobre (Codelco), "tributo" establecido por la dictadura militar (1972-1990) en la llamada Ley Reservada del Cobre, cuyo texto nadie puede conocer. Esta "ley" de los dictadores continúa vigente y no grava las utilidades, sino las ventas brutas de Codelco, que explota menos de un tercio del metal porque el resto regresó a manos privadas, nacionales y extranjeros, cuando la dictadura revirtió la nacionalización de Salvador Allende. Este impuesto castrense, que pocos conocen en Chile, en cierto modo ha salvado a Codelco de la privatización, por la oposición militar a cualquier innovación sobre su beneficio. Las corporaciones que explotan casi el 70% restante del metal no pagan más que un modesto royalty del 1,3%, al que siempre se opuso tenazmente Eduardo Frei, quien privatizó el agua, el mar y otros recursos naturales cuando ya fue presidente.

http://sp.rian.ru/analysis/20090909/123030815.html

http://www.argenpress.info/2009/09/chile-lidera-el-gasto-militar-per.html

martes, 8 de septiembre de 2009

La cuestionada supremacía estadounidense en América Latina

Noam Chomsky

Estados Unidos fue fundado como un imperio infante en las palabras de George Washington. La conquista del territorio nacional fue una gran aventura imperial. Desde los primeros días, el control del hemisferio fue una meta vital.

América Latina ha conservado su primacía en la planeación global de Estados Unidos. Si Estados Unidos no puede controlar a América Latina, no puede esperar lograr un orden exitoso en otros lugares del mundo, declaró el Consejo Nacional de Seguridad del presidente Richard M. Nixon en 1971, cuando Washington estaba considerando el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende en Chile.

Recientemente el problema del hemisferio se ha intensificado. América del Sur se ha movido hacia la integración, un prerrequisito para la independencia; ha ampliado sus vínculos internacionales y ha empezado a enfrentar sus desórdenes internos, entre los cuales destaca el tradicional dominio de la minoría europeizada pudiente sobre un océano de miseria y sufrimiento.

El problema se agudizó hace un año en Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, donde, en 2005, la mayoría indígena eligió a un presidente de sus propias filas, Evo Morales.

En agosto de 2008, después de la victoria de Morales en un referendo, la oposición integrada por elites respaldadas por Estados Unidos se tornó violenta, desembocando en la matanza de unos 30 partidarios del gobierno.

En respuesta, la recién formada Unión de Repúblicas Sudamericanas (Unasur) convocó a una reunión cimera. Los participantes –todos los países de América del Sur– declararon su pleno y firme apoyo al gobierno constitucional del presidente Evo Morales, cuyo mandato fue ratificado por una gran mayoría.

Por primera vez en la historia de América del Sur, los países de nuestra región han decidido cómo resolver nuestros problemas, sin la presencia de Estados Unidos, observó Morales.

Otra manifestación: el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ha prometido poner fin al uso por parte de Estados Unidos de la base militar de Manta, la última instalación de ese tipo de Estados Unidos en América del Sur.

En julio, Estados Unidos y Colombia firmaron un acuerdo secreto para permitir a Estados Unidos la utilización de siete bases militares en Colombia.

El propósito oficial es contrarrestar el narcotráfico y el terrorismo, pero altos oficiales militares y funcionarios civiles de Colombia familiarizados con las negociaciones revelaron a la Associated Press que la idea es hacer de Colombia un centro para las operaciones del Pentágono.

El acuerdo proporciona a Colombia un acceso privilegiado a abastecimiento militar de Estados Unidos, según informes. Colombia ya es actualmente el mayor recipiente de ayuda militar estadunidense (aparte de Israel-Egipto, una categoría separada).

Colombia ha tenido de lejos el peor historial de derechos humanos en el hemisferio desde las guerras centroamericanas de los años 80. La correlación entre la ayuda de Estados Unidos y las violaciones a los derechos humanos ha sido notada desde hace tiempo por académicos.

La Ap citó también un documento de abril 2009 del Comando de Movilidad Aérea de Estados Unidos, en el que se propone que la base Palanquero en Colombia podría convertirse en locación de seguridad cooperativa.

Desde Palanquero, “casi la mitad del continente puede ser cubierta por un (trasporte aéreo) C-17 sin recargar combustible”, señala el documento. Esto podría formar parte de una estrategia global en ruta que ayude a lograr la estrategia y contribuya a encaminar la movilidad a África.

El 28 de agosto, la Unasur se reunió en Bariloche, Argentina, para analizar la cuestión de las bases militares en Colombia.

Después de un debate intenso, la declaración final subrayó que Sudamérica debe mantenerse como una tierra de paz y que fuerzas militares extranjeras no deben amenazar la soberanía e integridad de ninguna nación de la región. E instruyó al Consejo de Defensa Sudamericano que investigue el documento del Comando Aéreo de Movilidad.

El propósito oficial de las bases no escapó a las críticas. Morales dijo haber sido testigo que soldados de Estados Unidos que acompañan a tropas bolivianas dispararon contra miembros del sindicato de cultivadores de coca.

Así que ahora somos narcoterroristas, continuó. Cuando no pudieron seguir llamándonos comunistas, nos llamaron subversivos, y después traficantes, y terroristas desde los ataques del 11 de septiembre. Advirtió que la historia de América Latina se repite.

La responsabilidad final de la violencia en América Latina yace con los consumidores de drogas ilegales en Estados Unidos, dijo Evo Morales. Si la Unasur enviara tropas a Estados Unidos para controlar el consumo, ¿lo aceptarían? Imposible.

El hecho de que la justificación de Estados Unidos por sus programas antidrogas en el extranjero sea considerada siquiera digna de debate es una ilustración más de la profundidad de la mentalidad imperial.

El pasado febrero, la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y democracia emitió su análisis sobre la guerra contra las drogas de Estados Unidos en las décadas pasadas.

La comisión, encabezada por los ex presidentes latinoamericanos Fernando Cardoso (Brasil), Ernesto Zedillo (México) y César Gaviria (Colombia) llegó a la conclusión de que la guerra contra las drogas había sido un fracaso total y exhortó a un cambio radical de política, alejada de medidas de fuerza en lo interno y en el exterior, y hacia medidas mucho menos costosas y más eficaces de prevención y tratamiento.

El informe de la comisión, como estudios previos y los antecedentes históricos, careció de un impacto detectable. Esta falta de respuesta refuerza la conclusión natural de que la guerra contra las drogas, como la guerra contra la criminalidad y la guerra contra el terrorismo se libran por razones ajenas a las metas anunciadas, que son reveladas por las consecuencias.

Durante el decenio pasado, Estados Unidos ha incrementado la ayuda militar y el adiestramiento de oficiales latinoamericanos en tácticas de infantería ligera para combatir el populismo radical, un concepto que, en el contexto latinoamericano, envía escalofríos a la espalda.

El adiestramiento militar está siendo desplazado del Departamento de Estado al Pentágono, eliminando previsiones de derechos humanos y democracia antes bajo supervisión congresional, siempre débiles pero al menos un disuasivo para los peores abusos.

La Cuarta Flota de Estados Unidos, desbandada en 1950, fue reactivada en 2008, poco después de la invasión de Colombia a Ecuador, con responsabilidad para el Caribe, Centro y Sudamérica, y las aguas que la rodean.

Sus operaciones diversas incluyen el combate al tráfico ilícito, cooperación de seguridad en el teatro, interacción de militares a militares y adiestramiento bilateral y multinacional, detalla el anuncio oficial.

La militarización de América del Sur se alinea con designios mucho más amplios. En Irak, la información es virtualmente nula acerca de las bases militares de Estados Unidos allí, así que debe suponerse que permanecen para proyección de fuerza. El costo de la inmensa ciudad-en-una-ciudad que es la embajada en Bagdad se elevará a mil 800 millones de dólares al año, de mil 500 millones que se habían estimado.

El gobierno de Obama también está construyendo megaembajadas en Pakistán y Afganistán.

Estados Unidos y el Reino Unido están exigiendo que la base militar de Diego García sea exenta de de la zona libre de armas nucleares de Africa, como lo están las bases de Estados Unidos en zonas similares en el Pacífico.

En pocas palabras, las acciones de un mundo de paz no caen en el cambio en el que puedes creer, para pedir prestado el eslogan de campaña de Obama.

www.kaosenlared.net/noticia/cuestionada-supremacia-estadounidense-america-latina